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Descubre con nuestro viaje a La Habana una ciudad colonial Patrimonio de la humanidad. Déjate llevar por sus ritmos, mezcla de jazz y sonidos criollos. Pasea por el Malecón y adéntrate en La Habana Vieja en alguno de los Chevrolet que hacen de taxi. Tus vacaciones en La Habana te sorprenderán. Aprovecha nuestras ofertas y viaja a La Habana con los mejores precios. Cuba te está esperando.
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“La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es La Habana con más salero”, así cantaba Carlos Cano las habaneras de Cádiz, una música que contiene la esencia de la capital cubana. La Habana parece detenida en el tiempo, décadas atrás, los impecables coches de los 50 y 60 recorren la ciudad en lo que aquí sería una exposición itinerante, pero en La Habana es el día a día. Las casas coloniales mantienen el encanto de lo que fueron con jardines y patios interiores a semejanza de los que dejaron atrás los colonos cuando pusieron sus pies en la isla. La Habana Vieja constituye una joya de la arquitectura bien conservada, lo que le ha valido para ser Patrimonio de la humanidad.
Quien viaja a La Habana tiene que comenzar su recorrido por el casco viejo, el germen de una ciudad marinera y colonial. Los edificios antaño de familias poderosas hoy alojan a los turistas que vienen a pasar sus vacaciones a La Habana. Hoteles, restaurantes y cafeterías ocupan las fachadas de señoriales casas restauradas, transportando al viajero a La Habana colonial. Visitar los hoteles permite hacer una ruta por el corazón de la ciudad: Santa Isabel, Conde de Villanueva, Beltrán de santa Cruz o el palacio O’Farrill son algunas de las paradas que invitan a recrearnos en el ambiente cubano que se respira en La Habana.
La ruta por La Habana Vieja también puede comenzar por un paseo por el Malecón, distinguiendo los edificios de colores, cada uno en su propia paleta, a modo y semejanza de la capital gaditana. La plaza de Armas abre sus puertas a la esencia habanera, siendo también la puerta de entrada a la bahía de La Habana, junto al castillo de la Real Fuerza. La plaza de Armas de La Habana hace tiempo que sustituyó a los soldados por libros. Todos los días se monta un mercadillo de libros antiguos y de ocasión conformando una biblioteca de joyas literarias mezcladas con títulos venidos a menos. Siguiendo la calle Mercaderes desembocamos en la plaza Vieja, con fachadas celestes y amarillas, todas ellas repletas de balcones para aprovechar la luz del Caribe. También se puede llegar por la calle Obispo, y hacer una parada en La lluvia de Oro, un local visitado por músicos locales donde degustar ropa vieja y buenos mojitos.
Fuera de los muros imaginarios de La Habana Vieja encontramos el Capitolio, el edificio gubernamental construido a semejanza de su homónimo estadounidense. Siguiendo el bullicioso paseo de Martí hacia el Malecón damos con Prado 242, donde escuchar cómo una veintena de músicos dan vida a sus instrumentos al ritmo del jazz. Y es que La Habana se disfruta escuchando, aunque también saboreándola.
La gastronomía de La Habana no destaca por su riqueza y sabor, pero hay algunos reductos de buena mesa que bien merecen una visita. El Aljibe es un restaurante criollo donde triunfa un plato: pollo en salsa con frijoles. Y para los amantes del cine pueden rememorar “Fresa y chocolate” en La Guarida. Otra opción es La Bodeguita del Medio, un antiguo casino transformado en cabaret al aire libre, aunque la cocina ha perdido el vigor que le valió su fama. Y por último un consejo: lo mejor para disfrutar del viaje a La Habana es dejar los prejuicios atrás.