Los recursos naturales de Boavista, o Boa Vista, hicieron que los ingleses y los portugueses pusieran esta isla del Archipiélago de Barlovento de Cabo Verde en su punto de interés. La sal que mana de sus tierras volcánicas fue en otro tiempo el motor comercial, junto a extensas plantaciones de árboles y cultivos. Sin embargo, los vientos secos del Sáhara y los ataques de piratas hicieron que los colonos pusieran pies en polvorosa, dejando a Boavista con escasas infraestructuras. Algo que ahora puede aprovechar quien viaja a Boavista, pues las carreteras ausentes son magníficas pistas de tierras para conocer la isla en quad o 4x4, buscando las mejores playas para practicar windsurf y kitesurf.
En Boavista el tiempo parece detenerse. La ausencia de infraestructuras y el carácter pausado de sus habitantes invita a olvidarse del reloj y disfrutar del día desde que despunta el sol. Aquí cada momento es adecuado para una actividad. Por la mañana se pueden visitar algunos de los catorce espacios protegidos de Boavista, una isla es privilegiada en naturaleza. A sus playas acuden las tortugas “careta” a desovar, poniendo el germen de la vida, mientras en otras playas de Boavista los esqueletos de los delfines y ballenas se amontonan, constituyendo un lugar sagrado que atrae la atención de visitantes y científicos. Aunque también se pueden avistar vivos estos magníficos mamíferos en algunas de las excursiones en barco que parten de Sal Rei.
Sal Rei es la capital de Boavista. Sus calles adoquinadas se dejan cubrir por la arena fina de la playa que parece querer abrazar toda la isla. El viento incesante pasa entre los restos de la antigua fortaleza, de la que quedan algunos cañones, testigos de la presencia inglesa. Esta es una ciudad relativamente nueva, al menos si se compara con Rabil, la antigua capital de Boavista y con un interesante legado arquitectónico. Cuando la vista se cansa de gozar de los paisajes de Boavista llega el momento de degustar con el paladar. En un menú típico no puede faltar la “cachupa”, una especie de fabada donde las verduras se combinan con cerdo o atún. El pescado es, de hecho, un referente en la gastronomía de Cabo Verde y las langostas uno de los manjares más suculentos. Y para concluir la comida un vaso de “grogue”, un aguardiente local, además de un estimulador para bailar con los ritmos de fado y tango que se fusionan en el “morma”.