A Escocia por san Andrés
Una de las mejores fechas para visitar Escocia es a finales de noviembre. Las faldas tartán y las cruces del santo apóstol son las insignias que visten los escoceses para celebrar a su patrón. El día 30 del mes los edificios públicos y museos abren sus puertas gratuitamente. Las dos ciudades principales, Glasgow y Edimburgo se visten de gala con fiestas que inundan el ambiente. Aunque la mayor celebración se realiza en la costa, a 80 kilómetros de Edimburgo, donde se custodian los restos del santo. La música y la danza se apoderan de los habitantes de la región, dando lo mejor de sí y mostrando sus mejores galas en los desfiles que recorren las calles principales. Un día en el que no puede faltar el haggis, plato típico de la región, acompañado de whisky nacional.
Las islas Hébridas
Cerca del castillo de Eilean Donan se encuentran las islas Hébridas y la isla Skype. Muñones de tierra se adentran en las aguas del Mar del Norte dando lugar a espectaculares playas y acantilados. Verdes praderas sobre cuyos riscos se alzan victoriosos faros, irresistibles de fotografiar. Los rebaños de ovejas acompañan en el camino que se deja pintar por el blanco de las granjas sembradas a los pies de la costa.
Se trata del paisaje más emblemático de las tierras altas. La cuna de la civilización celta cuyos cementerios resisten el paso del tiempo y cuyos pueblos marineros muestran sus mejores colores para crear hermosas paletas que colorean las aguas casi siempre tranquilas de la zona. La visita a las auténticas tierras escocesas que parecen anquilosadas en el pasado y muestran orgullosas el legado de los pueblos que la habitaron.
Irlanda
Dublín más allá de la literatura
La capital irlandesa es el destino preferente para quienes buscan mejorar su inglés. Probablemente no sea el lugar donde más se cuida la gramática, pero sí un lugar abierto y alegre cuna de grandes literatos.
El Trinity College es la institución educativa más importante. Los grandes autores estudiaron en esta institución de la que destaca el reloj azul de su fachada, marcando la diferencia entre el tiempo antiguo y el moderno. A la izquierda de la universidad se abre Grafton Street, la calle más popular y cosmopolita de la capital. Cientos de personas pasean por la calzada adoquinada custodiados por cafés y pubs centenarios. Antes de llegar al barrio de los museos es parada obligatoria la plaza Merrion, ejemplo de la arquitectura dublinesa. Y no hay visita que valga si no se ha estado en la Catedral St Patrick, de singular simbolismo para los católicos de la ciudad, y el Castillo de Dublín, cuyo origen remonta al tiempo de los vikingos.
Duendes y cerveza
No espere ver duendes y tréboles de cuatro hojas cuando visite Irlanda. Aunque se han convertido en las insignias de la región, la verdadera reina de la casa es la cerveza, concretamente la negra.
Los historiadores sitúan el origen de la cerveza irlandesa hace 5000 años. Y aunque los vecinos británicos pretenden quitar el privilegio de ser los inventores de algunas de las variedades más populares, es en los pubs irlandeses donde se aprecia todo su potencial. Aquí las cartas de los bares no tienen platos, sino cervezas. Todos los tipos, tamaños y precios se dan cita en las vitrinas de las tascas llenas de estudiantes.
No obstante, para quitarse el mal gusto del enfrentamiento, en Irlanda hay centenares de micro destilerías. Pequeñas fábricas de escasa producción donde se elabora cervezas con mucha personalidad.
Galway, ya en el oeste, es una ciudad más moderna aunque con el embrujo de las tierras irlandesas. Una gran parte de la población es estudiante, de los que se refugian en los pubs y tabernas de la zona antigua para probar la cerveza, bebida nacional. Aunque quizás donde mejor se hacía la cerveza era en Clonmacnoise. Hoy la ciudad está en ruinas, mostrando un maravilloso conjunto arquitectónico que albergó importantes universidades y órdenes monásticas de toda Europa.
Escocia
Whisky, hombres con faldas a cuadros, lagos de leyendas mitológicas, castillos y el legado de la cultura celta. Estos son algunos de los estereotipos que vienen a la cabeza cuando se cita a Escocia. Una tierra que, sin embargo, tiene mucho que ofrecer y deja una huella imborrable en la memoria de quienes la habitan. Más allá de los tópicos, Escocia es un paisaje típico donde el verde parece que se hubiese derramado por doquier, contagiando al espíritu de sus gentes. No se deje engañar, puede que encuentre más simpatía en las gentes de esta región del norte que en la poblada capital del reino.
Edimburgo es la puerta de entrada a Escocia. La Royal Mile determina al centro de la ciudad, en un trayecto custodiado por edificaciones medievales que va desde el Palacio Real al impresionante castillo. Dejando al margen a la Catedral de St Giles. Entre pubs con más historia que botellas en sus vitrinas y comercios inspirados en otra época se alzan algunos de los edificios más emblemáticos. En la catedral, enormes vidrieras tiñen de color su interior. Mientras Tolbooth Canongate alberga la historia de la nación, con su peculiar reloj en la fachada.
Las tierras altas de Gran Bretaña están sembradas de castillos y regadas por lagos. El lago Ness, hogar del mitológico monstruo marino que hasta Cousteau buscó, es una de las paradas obligatorias. No muy lejos el castillo de Eilean Donan, sobre el lago Duich, ha sido escenario de películas y épicas leyendas. Como las que abundan sobre el lago Lomond. En Drovers Inn, una cabaña en la orilla de la mayor superficie de agua dulce de Escocia, se puede dialogar sobre los mitos de la región con los pescadores y cazadores que la toman como sede antes de comenzar el día.
Irlanda
Se dice que en Irlanda hay casi tantas iglesias como en Italia. Quizás no tantas, pero sí muchas, lo que hace de Irlanda un destino singular para vivir la Semana Santa de una forma diferente. Por contra a los vecinos británicos, aquí es la cerveza la que riega las mesas, aunque en los paisajes sí se encuentra cierta similitud. Praderas, acantilados, calzadas para gigantes, leyendas celtas... En Irlanda aguarda un crisol de experiencias.
Dublín da la bienvenida a los visitantes. El ambiente abierto de sus ciudadanos se hace patente entre pintas de cervezas en cualquiera de los pubs que pueblan la capital. Entorno al río Liffey se levantan los más populares barrios dublineses, los que inspiraron a James Joyce, toda una institución en estas tierras.
Lo que se conoce como el Anillo de Kerry es una ruta de casi doscientos kilómetros. Los pueblos, donde la lengua común es el gaélico, se alternan entre prados interminables con restos arqueológicos milenarios. Las leyendas celtas y vikingas se inspiran en asombrosos paisajes con vistas al Atlántico. Cork es la segunda ciudad de Irlanda. En su mercado abundan los puestos donde los comerciantes jalonan el marisco y pescado fresco. De su puerto partió el Titanic hacia su aciago final hace más de un siglo. Merece la pena recorrer las calles del casco antiguo en busca las tabernas marineras y las huellas otras épocas.