El museo del Prado.
El proyecto arquitectónico se inició a mediados del siglo XVIII y supuso la culminación artística de Juan de Villanueva, uno de los representantes del Neoclasicismo español. Situado en el popular Paseo del Prado, cerca del casco histórico y de otro emblemático edificio, la Puerta de Alcalá, alberga una de las colecciones pictóricas más relevantes en lo que se refiere al arte renacentista y barroco europeo. Pintores como Velázquez o Rubens, entre otros muchos, ocupan un espacio protagonista en su interior.
El Palacio Real.
En su construcción intervinieron arquitectos de la talla de Filippo Juvara, Juan Bautista Sachetti y Francesco Sabatini, quien lo concluyó a mediados del siglo XVIII, sirviendo de alojamiento y residencia habitual a Carlos III. Edificio imponente, propio del barroco de influencia italiana, alberga colecciones de muy diversa índole: pintura, escultura o tapicería. Además de estas valiosas colecciones, cabe mencionar el Salón del Trono, los Jardines del Campo del Moro y la Capilla Real, flanqueada por cuatro columnas y un campanario que culmina el espacio arquitectónico.
La Catedral de la Almudena.
Frente al Palacio Real, en la Plaza de la Armería, se encuentra la fachada principal de la Catedral de la Almudena, cuyos orígenes se remontan a la última etapa del medievo. Sede actual de la archidiócesis de Madrid, mezcla diversos estilos arquitectónicos, predominando las influencias neoclásicas y barrocas. En su interior se encuentra el altar consagrado a la Virgen de la Almudena, patrona de la ciudad. Estas edificaciones combinan escultura, arquitectura y pintura, son obras de arte en sí mismas, testigos privilegiados de un tiempo que acogió a los grandes artistas europeos.
Las mejores vistas de París
Los 210 metros de la Torre Montparnasse se superan en apenas treinta segundos. La planta 56 es un mirador ideal para los días borrascosos. Pero si hay ocasión hay que subir hasta la planta 59. Sin el mínimo lugar a dudas, la mejor vista de París. Aquí se obtiene una panorámica de la ciudad cuál si se estuviese viendo un plano turístico. Aunque suben al año casi un millón de turistas no suele haber colas, por lo que se puede aprovechar mejor el tiempo que subiendo a la Torre Eiffel, donde las colas son interminables.
Anochecer en París
Cuando el día comienza a declinar lo más aconsejable es coger el metro hasta el barrio de los artistas y ver atardecer desde la Basílica del Sacré Coeur. Tras ella, entre laberínticas calles se encuentran muchos restaurantes con precios para todos los gustos. Además es posible adquirir cuadros de artistas profesionales y aficionados que exponen sus obras al paso de los viandantes. Después de cenar el Trocadéro es el destino imprescindible. Desde el mirador de este edificio militar solo hay que esperar 30 minutos para ver la torre más famosa de París iluminada como si fuera un árbol de Navidad. Una estampa de la que no se olvidan visitantes y foráneos.
Los tesoros de París
La ciudad de París está sembrada de museos. Todos dignos de visita. Además de iglesias que tienen tanto que ofrecer por fuera como por dentro. Pero entre las imprescindibles no puede faltar una visita al Hospital de los Inválidos y a la Basílica de la Magdalena. Ambos templos son ejemplos de todo lo que París aún le queda por mostrar. En el apartado de museos el Louvre tiene que tener un hueco en la agenda. Y para los que les gusta descubrir las ciudades paso a paso pueden pasear por las calles del barrio judío, próximo a la Plaza de la Bastilla.
Llámela como quiera: Barcelona o ciudad condal, sea como sea este enclave urbanístico no le dejará indiferente. Hay varias formas de disfrutar esta ciudad ligada al mar, y su puerto es la manera natural de empezar.
La estatua de Colón mira a unas instalaciones portuarias de gran prestigio, con Port Vell como marina deportiva, en la que se integra el Mare Magnum y desde donde se extiende la playa de la Barceloneta, un pequeño pueblo integrado en una gran capital. La Aduana Vieja es el punto de partida hacia la Rambla, donde no se puede perder el mercado de la Boquería. En la acera contraria varias calles le dan paso al barrio Gótico de la ciudad condal. No tenga miedo de perderse por sus calles, encontrará una Barcelona diferente, coqueta, multicultural y milenaria. La Catedral tan solo es un alto en el camino hacia el barrio marinero. Las iglesias de santa María del Mar y santa María de Pi tienen que estar marcadas en el itinerario. Después, no olvide visitar los parques y la ineludible ruta por los edificios más representativos del modernismo. Pero sobre todo déjese sorprender, tendrá multitud de ocasiones para hacerlo.
Madrid es, sin duda, una de las ciudades más atractivas de Europa. A su ambiente hospitalario y dinámico, se suma una importante oferta cultural y artística, fruto del empuje vital y creativo de sus habitantes a lo largo de los siglos. El Museo del Prado, el Palacio Real y la Catedral de la Almudena son solo algunos de los ejemplos más representativos de una capital que oscila entre la tradición y la modernidad.
París, un nombre tan pequeño para una ciudad tan grande. No importa cuantas veces se haya visitado París, siempre hay algo por descubrir. París es una ciudad de película que engatusa y enamora. Una ciudad que se puede disfrutar tanto de día como de noche. Una ciudad que nunca cansa al visitante.
Siempre hay una primera vez
Descubrir parís por primera vez es un rito iniciático que se puede comenzar en muchos lugares de la ciudad. Pero probablemente lo mejor sea comenzar por sus orígenes. Por la Ile de la Cité. La isla que el Sena atrapa y defiende como un cinturón de castidad guarda la virginidad de una moza. Es el escenario idóneo para comenzar a conocer la «ciudad del amor».
En París no hay que tener prisas. Lo mejor es escoger una de las cafeterías que surgen en torno a la Catedral de Notre Dame y dejarse acompañar por un sabroso crepe. Esta es una costumbre muy extendida entre los parisinos. Las sillas de las terrazas no se colocan enfrentadas, sino mirando a la calle. Lo que deja entrever la idiosincrasia de París. En la isla los sauces acarician el Sena mientras los barcos cargados de turistas recorren la columna vertebral de la ciudad. La Catedral y la Sainte Chapelle son las dos joyas religiosas de la isla. Junto a esta la Isla de san Luís también alberga sus propias joyas.
París no se puede acaparar de una vez. Hay que disfrutar cada detalle. Pararse en los puestos de libros de segunda mano que flanquean al Sena. Recrearse con los artistas locales que surgen por las calles más turísticas. Contemplar la magnificencia de sus parques, avenidas y museos.