Madrid es, sin duda, una de las ciudades más atractivas de Europa. A su ambiente hospitalario y dinámico, se suma una importante oferta cultural y artística, fruto del empuje vital y creativo de sus habitantes a lo largo de los siglos. El Museo del Prado, el Palacio Real y la Catedral de la Almudena son solo algunos de los ejemplos más representativos de una capital que oscila entre la tradición y la modernidad.
El museo del Prado.
El proyecto arquitectónico se inició a mediados del siglo XVIII y supuso la culminación artística de Juan de Villanueva, uno de los representantes del Neoclasicismo español. Situado en el popular Paseo del Prado, cerca del casco histórico y de otro emblemático edificio, la Puerta de Alcalá, alberga una de las colecciones pictóricas más relevantes en lo que se refiere al arte renacentista y barroco europeo. Pintores como Velázquez o Rubens, entre otros muchos, ocupan un espacio protagonista en su interior.
El Palacio Real.
En su construcción intervinieron arquitectos de la talla de Filippo Juvara, Juan Bautista Sachetti y Francesco Sabatini, quien lo concluyó a mediados del siglo XVIII, sirviendo de alojamiento y residencia habitual a Carlos III. Edificio imponente, propio del barroco de influencia italiana, alberga colecciones de muy diversa índole: pintura, escultura o tapicería. Además de estas valiosas colecciones, cabe mencionar el Salón del Trono, los Jardines del Campo del Moro y la Capilla Real, flanqueada por cuatro columnas y un campanario que culmina el espacio arquitectónico.
La Catedral de la Almudena.
Frente al Palacio Real, en la Plaza de la Armería, se encuentra la fachada principal de la Catedral de la Almudena, cuyos orígenes se remontan a la última etapa del medievo. Sede actual de la archidiócesis de Madrid, mezcla diversos estilos arquitectónicos, predominando las influencias neoclásicas y barrocas. En su interior se encuentra el altar consagrado a la Virgen de la Almudena, patrona de la ciudad. Estas edificaciones combinan escultura, arquitectura y pintura, son obras de arte en sí mismas, testigos privilegiados de un tiempo que acogió a los grandes artistas europeos.