Las islas venecianas
Frente a la plaza de san Marcos, a un paseo en barco, está la isla de san Giorgio Maggiore. Un tranquilo monasterio alejado del bullicio del turismo. En la isla no hay alojamientos, pero es un lugar único desde el que contemplar el canal de entrada desde la laguna. Además el campanario del monasterio tiene unas excelentes vistas sobre Venecia, con las columnas de san Marcos como protectoras.
Al otro lado de la ciudad, merece la pena visitar las islas de Murano y Burano. Dedicadas cada una de ellas a la artesanía: al vidrio y los encajes respectivamente. En sus tiendas se pueden obtener verdaderas joyas elaboradas de forma tradicional. Una forma original de llevar un trozo de Venecia.
Navegar por la Laguna
Venecia es un archipiélago interior. Cuatrocientos puentes unen 117 islas. Aunque uno de los mayores atractivos es la Laguna de Venecia. En ella hay una explosión de naturaleza. Plantas y aves son los acompañantes en un paseo que muestra la imagen misma que vieron los primeros colonizadores de la región.
Un paseo por la Laguna permite pasar próximo al cementerio de Venecia, al que está dedicada íntegramente la isla de san Miguel. Aquí guardan descanso eterno numerosas personalidades venecianas, italianas, pero también almas que extranjeras que quedaron para siempre amarradas a la «Ciudad de los canales».
Roma no es solo arte y monumentos. Roma es gastronomía, cultura y vida.
La gastronomía romana es famosa en el mundo entero. Las pizzerías abundan por las calles de la ciudad. Se pueden escoger típicas pizzas de panaderías o pizzas rellenas. Para los romanos la pizza rellena de mortadela, «mortaza», es un bocado exquisito. Pero si se es amante de los quesos no se puede pasar sin probar el «supplì al teléfono», un manjar cotidiano en la vida de la ciudad elaborado con arroz y «mozzarella», lo del «teléfono» viene de la forma de hilos que toma el queso al comerlo. Y para terminar, un postre que vuelve loco a pequeños y mayores, un tradicional helado italiano, elaborado artesanalmente siguiendo recetas transmitidas de generación en generación.
El café expreso es otro de los tesoros gastronómicos de los que se puede disfrutar en la ciudad italiana. Entre los romanos existe la costumbre de tomarlo solo y muy cremoso. Tomar un café en una de las terrazas de la ciudad es una experiencia muy gratificante, un modo de observar la vida de los ciudadanos de esta joya que es la ciudad de Roma.
El museo del Prado.
El proyecto arquitectónico se inició a mediados del siglo XVIII y supuso la culminación artística de Juan de Villanueva, uno de los representantes del Neoclasicismo español. Situado en el popular Paseo del Prado, cerca del casco histórico y de otro emblemático edificio, la Puerta de Alcalá, alberga una de las colecciones pictóricas más relevantes en lo que se refiere al arte renacentista y barroco europeo. Pintores como Velázquez o Rubens, entre otros muchos, ocupan un espacio protagonista en su interior.
El Palacio Real.
En su construcción intervinieron arquitectos de la talla de Filippo Juvara, Juan Bautista Sachetti y Francesco Sabatini, quien lo concluyó a mediados del siglo XVIII, sirviendo de alojamiento y residencia habitual a Carlos III. Edificio imponente, propio del barroco de influencia italiana, alberga colecciones de muy diversa índole: pintura, escultura o tapicería. Además de estas valiosas colecciones, cabe mencionar el Salón del Trono, los Jardines del Campo del Moro y la Capilla Real, flanqueada por cuatro columnas y un campanario que culmina el espacio arquitectónico.
La Catedral de la Almudena.
Frente al Palacio Real, en la Plaza de la Armería, se encuentra la fachada principal de la Catedral de la Almudena, cuyos orígenes se remontan a la última etapa del medievo. Sede actual de la archidiócesis de Madrid, mezcla diversos estilos arquitectónicos, predominando las influencias neoclásicas y barrocas. En su interior se encuentra el altar consagrado a la Virgen de la Almudena, patrona de la ciudad. Estas edificaciones combinan escultura, arquitectura y pintura, son obras de arte en sí mismas, testigos privilegiados de un tiempo que acogió a los grandes artistas europeos.
Las mejores vistas de París
Los 210 metros de la Torre Montparnasse se superan en apenas treinta segundos. La planta 56 es un mirador ideal para los días borrascosos. Pero si hay ocasión hay que subir hasta la planta 59. Sin el mínimo lugar a dudas, la mejor vista de París. Aquí se obtiene una panorámica de la ciudad cuál si se estuviese viendo un plano turístico. Aunque suben al año casi un millón de turistas no suele haber colas, por lo que se puede aprovechar mejor el tiempo que subiendo a la Torre Eiffel, donde las colas son interminables.
Anochecer en París
Cuando el día comienza a declinar lo más aconsejable es coger el metro hasta el barrio de los artistas y ver atardecer desde la Basílica del Sacré Coeur. Tras ella, entre laberínticas calles se encuentran muchos restaurantes con precios para todos los gustos. Además es posible adquirir cuadros de artistas profesionales y aficionados que exponen sus obras al paso de los viandantes. Después de cenar el Trocadéro es el destino imprescindible. Desde el mirador de este edificio militar solo hay que esperar 30 minutos para ver la torre más famosa de París iluminada como si fuera un árbol de Navidad. Una estampa de la que no se olvidan visitantes y foráneos.
Los tesoros de París
La ciudad de París está sembrada de museos. Todos dignos de visita. Además de iglesias que tienen tanto que ofrecer por fuera como por dentro. Pero entre las imprescindibles no puede faltar una visita al Hospital de los Inválidos y a la Basílica de la Magdalena. Ambos templos son ejemplos de todo lo que París aún le queda por mostrar. En el apartado de museos el Louvre tiene que tener un hueco en la agenda. Y para los que les gusta descubrir las ciudades paso a paso pueden pasear por las calles del barrio judío, próximo a la Plaza de la Bastilla.
Venecia es una ciudad evocadora. La meta de todo viajero. El portal de las melosas lunas de miel de novios de toda Europa. Una ciudad entre la tierra y el mar. Un destino que no deja indiferente.
Navegar con botas de agua
Hay dos modos de conocer Venecia: caminar o navegar. Venecia es una de las mejores ciudades para conocer a pie. La ausencia de tránsito rodado hace que los paseos sean tranquilos y placenteros. Basta con calzar unas botas de agua por si sube la marea, especialmente en entre noviembre y enero, y a caminar se ha dicho. Por las aceras que bordean los canales venecianos hay multitud de indicaciones para llegar a los lugares imprescindibles de la ciudad. Aunque lo mejor que le puede pasar al viajero que la visita es perderse por sus barrios. Por eso para conocer Venecia hay que estar dispuesto a andar.
Pero también se puede conocer Venecia navegando. Son centenares las tradicionales góndolas y «vaporetto» (autobuses de línea flotantes) que ofrecen sus servicios a propios y extraños para conocer Venecia desde sus aguas.
Roma, la ciudad eterna, sede y capital del mayor imperio conocido por el hombre. Roma es uno de los cuatro destinos más visitados del mundo junto a Londres, París y Nueva York. Una ciudad que no necesita presentación, cada rincón, cada calle, cada edificio ha sido testigo del esplendor de un imperio y de la decadencia de una era. Hay cientos de motivos para visitar Roma: su arquitectura, su historia, su romanticismo, su belleza…
Decir Roma es hacer referencia a su pasado. El imponente coliseo, donde gladiadores y fieras se jugaban la vida para entretener al pueblo, es un excepcional punto de partida para conocer la ciudad, sus rincones y sus leyendas. Imaginar las gradas llenas de gente ávida de espectáculo es un motivo suficiente para visitar la ciudad que fue el centro del mundo conocido. No muy lejos de allí el Circo Máximo fue el escenario donde perdieron la vida miles de cristianos. La ciudad que hoy en día es el centro de la Iglesia, fue la misma que la prohibió y luchó contra su proliferación. De aquí a las catacumbas, a las que se puede acceder desde varias iglesias, permiten recorrer el centro de la ciudad por sus entrañas en lo que constituye una red de comunicaciones y un cementerio para los seguidores de Jesús.
La vida de la ciudad se desarrollaba en el foro. Un lugar en el que se puede conocer cómo estaban distribuidas las casas de los antiguos romanos y cómo eran sus principales edificios. Pero Roma también es arte. Las iglesias cristianas de Roma albergan un museo de obras escultóricas y pictóricas sin igual. Pequeños y grandes templos distribuidos por toda la ciudad ofrecen en su interior maravillas que en su día salieron de los talleres de Rubens, Bernini, Miguel Ángel y cientos de artistas que son una referencia mundial hoy en día.
Llámela como quiera: Barcelona o ciudad condal, sea como sea este enclave urbanístico no le dejará indiferente. Hay varias formas de disfrutar esta ciudad ligada al mar, y su puerto es la manera natural de empezar.
La estatua de Colón mira a unas instalaciones portuarias de gran prestigio, con Port Vell como marina deportiva, en la que se integra el Mare Magnum y desde donde se extiende la playa de la Barceloneta, un pequeño pueblo integrado en una gran capital. La Aduana Vieja es el punto de partida hacia la Rambla, donde no se puede perder el mercado de la Boquería. En la acera contraria varias calles le dan paso al barrio Gótico de la ciudad condal. No tenga miedo de perderse por sus calles, encontrará una Barcelona diferente, coqueta, multicultural y milenaria. La Catedral tan solo es un alto en el camino hacia el barrio marinero. Las iglesias de santa María del Mar y santa María de Pi tienen que estar marcadas en el itinerario. Después, no olvide visitar los parques y la ineludible ruta por los edificios más representativos del modernismo. Pero sobre todo déjese sorprender, tendrá multitud de ocasiones para hacerlo.
Madrid es, sin duda, una de las ciudades más atractivas de Europa. A su ambiente hospitalario y dinámico, se suma una importante oferta cultural y artística, fruto del empuje vital y creativo de sus habitantes a lo largo de los siglos. El Museo del Prado, el Palacio Real y la Catedral de la Almudena son solo algunos de los ejemplos más representativos de una capital que oscila entre la tradición y la modernidad.
París, un nombre tan pequeño para una ciudad tan grande. No importa cuantas veces se haya visitado París, siempre hay algo por descubrir. París es una ciudad de película que engatusa y enamora. Una ciudad que se puede disfrutar tanto de día como de noche. Una ciudad que nunca cansa al visitante.
Siempre hay una primera vez
Descubrir parís por primera vez es un rito iniciático que se puede comenzar en muchos lugares de la ciudad. Pero probablemente lo mejor sea comenzar por sus orígenes. Por la Ile de la Cité. La isla que el Sena atrapa y defiende como un cinturón de castidad guarda la virginidad de una moza. Es el escenario idóneo para comenzar a conocer la «ciudad del amor».