Nueva York a Bajo Coste

Manhattan street sign

Manhattan Street Signs

Un paseo por Nueva York

La primera vez que se anda por las calles de la Gran Manzana se tiene la sensación de estar sufriendo un déjà vu. Los enormes edificios que la custodian, sus letreros luminosos, la plaga de taxis amarillos… Todo forma parte del decorado cinematográfico más grande y famoso del mundo. De hecho, mientras paseo por las calles de Nueva York, según las estadísticas, se están rodando más de una decena de series de televisión y al menos dos películas. Quizás por eso Manhattan no me es extraña, sino que me une a ella la sensación de que es parte de mí. Sin embargo, la experiencia de vivir la ciudad en directo supera con mucho todos los efectos especiales y la calidad de imagen que pueda ofrecer cualquier película o serie.

El Gran Parque

Aunque me encuentro en el centro de Nueva York mi vista no alcanza a ver rascacielos, ni coches, ni peatones raudos por las aceras. El eco de una sirena es lo único que me recuerda que no estoy en un parque natural del norte de Europa, sino en el mayor pulmón de Manhattan, el Central Park.

Cuentan que la decisión de construir este enorme parque, que marca la fisonomía de Nueva York igual que sus rascacielos, fue una medida desesperada. La prolífica época de finales del siglo XIX fue acabando con todos los reductos de vegetación y espacios para el ocio de la ciudad, por lo que los vecinos comenzaron a hacer excursiones dominicales a los cementerios de la periferia. Cierto o no, la verdad es que la Gran Manzana se adelantó a su tiempo y creó una espectacular superficie forestal, donde se alternan lagos, con castillos y senderos. Una atracción más de una ciudad que me atrapa a cada paso que doy.

Central Park

Paseo por Central Park en Otoño

La oferta cultural y de ocio del parque se incrementa en primavera, pero nunca para. Por las mañanas algunos atrevidos desafían a las bajas temperaturas recibiendo clases gratuitas de yoga o esgrima. Mientras otros recorren los kilómetros de caminos que serpentean a los árboles corriendo o paseando en bicicleta. A medida que el sol va calentando el ambiente se suman a las actividades gratuitas los tours de toda clase: en carruaje de caballos, en bicicleta, en tuc-tuc, moto vespa o el más económico, a pie. Opciones para todos los bolsillos y todos los gustos que se pueden prever en la página del parque.

Museos para todos

Visitar Nueva York y disfrutar de lo que tiene que ofrecer el mayor destino turístico del mundo no tiene porque desvalijar nuestra cartera. Por eso para seguir con el recorrido cultural abandono Central Park para dirigirme a uno de los mejores museos de la ciudad, el Metropolitan Museum.

Sendos letreros en la entrada del edificio me invitan a abonar 20 dólares, sin embargo solo es una invitación. La entrada a la institución cultural más emblemática de la ciudad es gratuita. Las exposiciones permanentes y temporales y su programación (que se puede consultar en la web del Met Museum) cubren todo el abanico de inquietudes de cualquier amante de la cultura. Desde teatros que explican algunos de los cuadros, conciertos de música clásica, experiencias para acercar a los niños al arte y la ciencia… hasta colecciones de zapatos imposibles. Todo cabe en el Metropolitan, pero hay que tomárselo con calma.

Met Museum

Metropolitan Museum – Nueva York

Tras disfrutar de algunas de sus exposiciones decido disfrutar de nuevo del Central Park, pero esta vez desde las vistas que ofrece la terraza de la cafetería del museo, convertida en jardín urbano y sala de exposiciones al aire libre. Vistas de las que se puede disfrutar sin necesidad de consumir, siguiendo con la tendencia low cost que está marcando el viaje.

Aunque hay decenas de galerías de arte repartidas por varios barrios de Nueva York, especialmente en Brooklyn, se puede acceder gratuitamente a muchos de los grandes museos. Los viernes el prestigioso MOMA y el nuevo Whitney Museum abren sus puertas a todos los que quieran disfrutar de sus obras sin pagar un centavo. A los que se suman el mismo día el International Center of Photography y el Museum of Moving Image. Para el sábado hay que dejar la visita a las obras que se guardan en el siempre vanguardista edificio del Museo Guggenheim de Nueva York, diseñado por el arquitecto Frank Lloyd Wright.

La hora del Break fast

Comer en Nueva York nunca ha sido caro. Los tradicionales puestos de perritos calientes siguen abundando en las aceras a las puertas de los grandes edificios de oficinas. Aunque últimamente la gastronomía callejera se ha refinado bastante. Ya no es necesario engolliparse con una salchicha bañada en ketchup por un dólar o un trozo de pizza de dudosos ingredientes. Ahora la moda es comer a los pies de uno de los camiones de cocina ambulante que abundan por los barrios de Nueva York.

Tacos, arroz, pasta, carne, pescado… Comida vegetariana, argentina, china… Todas las versiones gastronómicas del mundo parecen aparcar junto a las conglomeras aceras. Estos camiones ofrecen muy buena calidad a bajo precio. Por cinco dólares se puede degustar manjares de otros países sin necesidad de dedicar tiempo a escoger restaurantes. Incluso tienen un blog: New York Street Food, donde se informa de la ruta de los camiones y los menús que ofrecen.

Crucero por el Hudson

Después de reponer fuerzas me apetece recorrer las aguas del Hudson de camino al mar, donde se mezclan con las de East River. Aunque hay varias opciones, que pasan por exclusivos paseos fluviales con comida a bordo o excursiones en piragua por el emblemático río, me decido por el ferry.

Brooklyn Bridge

Puente de Brooklyn – East River

El embarque se hace en Battery Park, otro de los jardines urbanos de Nueva York. La oferta es abrumadora. Comerciales con chaquetas multicolores y gorros imposibles procuran llamar mi atención ofreciéndome visitas a la Estatua de la Libertad por quince euros. Pero lo que me apetece es un tranquilo paseo en barco. El ferry que lleva a Staten Island es gratuito. El paseo me permite obtener inmejorables fotos de la dama de hierro de Nueva York, la Estatua de la Libertad, que regalaron los franceses en agradecimiento por la liberación de los nazis.

El corazón de Manhattan

No se puede decir que se ha visitado Nueva York sino no se ha estado en Time Square. Pasear por sus calles no me cuesta nada y me ofrece la esencia de la ciudad, las imágenes que se repiten en las películas y series.

Cerca de la calle 51 está el Rockefeller Center. El emblema de la edad de oro de Nueva York. Edificios financieros y comerciales que pueblan por donde se mire, cuales hongos en otoño. El complejo Rockefeller lo integran más de una docena de edificios construidos a partir de la década de los 30 del siglo XX. En sus bajos abren sus puertas tiendas exclusivas para los bolsillos más pudientes, pero también se puede disfrutar de sus instalaciones por unos pocos euros. El edificio General Electric alberga en su vestíbulo una interesante muestra pictórica firmada por el catalán Josep Maria Sert. Además, en diciembre se inaugura cada año la tradicional pista de hielo, donde los expertos se procuran figuras imposibles, junto a iniciados que no sueltan los pasamanos más que para adelantar la previsible caída.

Manhattan

Manhattan Skyline y Estatua

No muy lejos de aquí, siguiendo la calle 49, llego a la Séptima Avenida. En la confluencia con Broadway está la esquina más famosa de Midtown y los edificios más emblemáticos de Manhattan. El estilo Art Decó del Chrysler, con su brillante cubierta que recuerda a los tapacubos de los coches, rivaliza con el rascacielos que le destronó como cabeza de lista de los edificios más altos, el Empire State. No lo dudo, voy a obtener las mismas vistas que King kong cuando escaló esta masa de hormigón en la aclamada película. A casi trescientos metros se alza el mirador del edificio, con asombrosas vistas de una ciudad espectacular, desde sus calles hasta sus torres.

Me encuentro en el centro de Manhattan, rodeado de edificios que intentan alcanzar el cielo, pero no puedo remediar recordar la imagen de las dos sombras más altas de la ciudad. En la Zona Cero dos grandes piscinas cuadradas de doscientos metros de lados se hunden en el suelo de Nueva York, recordando la herida dejada por el 11S y en memoria de las tres mil almas que perecieron bajo los escombros de las Torres Gemelas. La sensación, por repetida, no deja de ser impresionante.

Una nueva era

Por la tarde, después de la experiencia de visitar la Zona Cero me dirijo a un parque que ha supuesto una revolución en Nueva York. Paralelo al río Hudson, a una altura de quince metros sobre la calle, se alza High Line. Un parque pensado como un espacio abierto, construido sobre las vías abandonadas de una antigua línea de carga que termina en el puerto. Paseo a la altura de la tercera planta de los edificios colindantes, desde la calle 16 a la 30, donde acaba la segunda fase y se espera que retome la tercera, que llevará hasta la 34.

Este parque en las alturas ha revitalizado dos barrios deprimidos, trayendo nuevos comercios, galerías y gentes de todo tipo. Un buen lugar donde acabar un ajetreado día y retomar, quizás más adelante, mi paseo por Nueva York.

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