Navegando en un mar de olivos, encaramadas a sus respectivos cerros, cercanas, pero diferentes, las joyas Patrimonio de la humanidad que son las ciudades de Úbeda y Baeza contrastan con su nutrido menú arquitectónico sobre un manto verde que cubre toda la Sierra de Cazorla y Mágina, pariendo cada día al “río grande”, el Guadalquivir. Estas tierras, estas ciudades, este clima… invitan al viajero a sentir las experiencias vividas por Antonio Machado, siendo profesor en un instituto de Baeza. El maestro de la poesía castellana se paseaba por el mirador contemplando al Guadalquivir cuando aún es una cría. “Campo de Baeza, soñaré contigo, cuando no te vea” reza el poema machadiano. Úbeda y Baeza, junto con Cazorla, son nuestra propuesta viajera. El corazón de Jaén. Un destino apto para cualquier época del año, siempre con algo bueno que ofrecer.
Baeza
Apenas sin quererlo, procedente de Bailén, el camino nos adentra en una ciudad que nos recibe con un olivo, como no podía ser de otro modo. El discurrir de la calle que nos acoge pronto nos lleva hasta un amplio paseo arbolado con soportales a lado y lado. El centro neurálgico de Baeza recibe el nombre de Plaza de la Constitución. Ya desde este primer encuentro se absorbe una primera dosis de lo que va a dominar toda nuestra ruta baezana. El nombre del arquitecto Andrés de Vandelvira será repetido en multitud de ocasiones por los guías de viaje y en los carteles instalados a las puertas de los muchos monumentos orgullosos de haber salido en alguna ocasión de la mente del genial artista, que en Jaén tiene su mayor exposición.
Baeza es un magnífico conjunto medieval donde se han integrado esculturas y monumentos de varias épocas. Estilos complementarios que aportan a la ciudad un barniz estético con el que ganó la distinción de Patrimonio de la humanidad. Durante la época del Reino de Granada, Baeza fue capital de una comarca con pretensiones de provincia. Las sucesivas reconquistas le valieron el sobrenombre de “Nido Real de Gavilanes”. Y la abundancia de sus tierras la hicieron predilecta para el alojamiento de nobles y señores, engrandeciendo la belleza y decoro de los edificios. Grandes personalidades de las letras pasearon como lo hacemos hoy por las calles de Baeza. No solo Machado, sino san Juan de la Cruz y san Juan de Ávila tuvieron la ocasión de vivir el esplendor baezano del que es testimonio la Universidad, aún hoy en funcionamiento. Institución académica de reconocido prestigio en toda España y termómetro del potencial que llegó a enarbolar esta villa jienense.
Los primeros pasos por la Baeza medieval
Alentados por la historia e invitados por las pedregosas calles, iniciamos una ruta por Baeza que nos lleva a descubrir sus más impresionantes y anecdóticos rincones. Junto a la plaza de la Constitución, donde nos encontramos, la Plaza de los leones nos atrae por su conjunto. En el centro una fuente con cuatro leones desfigurados por el tiempo preside la plaza que fuera centro del pueblo. Las piezas son originarias de un asentamiento periférico. La Antigua carnicería mantiene abierta los postigos del piso superior, como lo hiciera en tiempo para secar las pieles del ganado sacrificado. El resto de fachadas son de la Audiencia civil y las Escribanías públicas, conocida por los baezanos como Casa del pópulo, hoy da cobijo a la oficina de turismo.
Desde la plaza se accede a la antigua ciudad medieval de Baeza por el Arco de Villalar. Inmediatamente llegamos a las Atarazanas y al Mercado viejo, en cuya plaza abrían sus negocios los artesanos agrupados en gremios; habiendo acogido en otro tiempo hasta corridas de toros, con privilegio para los más notables, que asistían a los festejos desde el Balcón del Consejo. Una calle con cierta pendiente nos guía hasta la Catedral, pero antes nos detenemos en un edificio donde el antiguo símbolo de la victoria académica pintado con óxido y sangre de toro se repite junto a otros emblemas casi inentendibles. Se trata de la Universidad de Baeza, hoy una de las sedes de la Universidad internacional de Andalucía, con gran oferta de cursos de verano. La Universidad fue centro de enseñanza superior desde 1538, gracias a una bula de Paulo III, hasta 1824, cuando pasó a dedicarse a enseñanzas medias. Antonio Machado impartió clases de gramática francesa durante los siete años que vivió en Baeza, cuando escribió “Los grises olivares” y “Los alegres campos de Baeza”.
Frente a la Universidad se encuentra la iglesia de Santa Cruz, de estilo románico, erigida tras la reconquista. Su interior vale más que su elegante fachada. Pinturas de los siglos XV y XVI dan vida a las paredes. De vuelta a la calle nos invita a hacer una parada el Palacio de Jabalquinto, vivienda que fuera de un primo del rey Fernando el católico. En su fachada destaca la ornamentación civil del gótico, mientras el interior muestra aún más exuberancia del poderío noble, con columnas de mármol y una singular escalera.
La fuente de Santa María preside la plaza de la Catedral. La obra fue el culmen de un proyecto faraónico para dotar de agua a la ciudad en el siglo XVI. Refrescado el gaznate procedemos a entrar en la acogedora Catedral de Baeza. Nada más entrar por la Puerta de la luna, la luz invita a mirar al techo, una de las joyas del edificio. Las columnas parecen árboles cuyas ramas sostienen las bóvedas suntuosamente decoradas. Retablo y custodia elevan el valor del contenido. A las afueras abre sus puertas la casa de los Cabrera, que fuera sede del ayuntamiento en otra época.
Baeza ante un mar de olivos
Rodeando los muros de la catedral, las calles adoquinadas desembocan ante un mar de olivos. Un paseo mirador nos deja atónitos. Los senderos y el río atraviesan olivares que suman más de sesenta millones de olivos. Este paseo era el lugar de inspiración y reposo de Machado. No es de extrañar, ante tan acogedora imagen. De vuelta al centro medieval pasamos ante varios interesantes edificios. Hoy algunos son hoteles de lujo, otros patios de vecinos y el que menos una casa solariega que provoca la envidia de los viajeros. Saliendo por la puerta de Úbeda, junto a la torre de los Aliatares, bajamos en busca de nuestro punto de origen. A la izquierda dejamos la Torre del reloj, referencia y lugar de encuentro de los baezanos. Más allá, junto al nuevo mercado, están los restos de la iglesia de san Francisco. Unas vigas entrelazadas dan idea de donde estaban la inmensa bóveda que Valdelvira diseño como un pañuelo caído del cielo. El terremoto de Lisboa provocó su hundimiento, dejándonos solo intuir lo que llegó a ser.
Una calle peatonal a modo de plaza permite contemplar la maravillosa fachada del ayuntamiento. Sujetando las tejas decenas de cabezas, cada cual diferente, miran con ira al espectador que contempla el gran mural con que se engalana la fachada. Unos guerreros protegen la obra, recientemente restaurada. Justo en la casa de enfrente vivió Machado, cuyo nombre ha quedado para siempre ligado a Baeza y sus olivos. Todavía nos quedan por descubrir varios monumentos y rincones baezanos que no debemos dejar de visitar. La calle principal (de san Pablo), prolongación de la plaza de la Constitución, nos permite asomarnos a lo que fueron las grandes casas señoriales del esplendor baezano. El casino invita a subir los escalones que lo separan de la calle y muestra cómo era la vida social de los más pudientes. En la misma acera un par de palacios, uno de ellos hotel de cinco estrellas, revela cuánto esplendor guarda Baeza en sus casas.
Degustando Baeza
El paseo ha sido intenso, propiciando una parada gastronómica, muy recomendable por otra parte. En la provincia de Jaén es costumbre que junto a la bebida servida en bares y terrazas para refrescar al sediento se sirva algún aperitivo. En Baeza suelen servir avellanas fritas, aunque la oferta gastronómica se amplía y diversifica mucho en sus varios restaurantes y lugares en los que hacer un alto. Bajo la torre del reloj se encuentro uno de ellos. Aquí no uno, sino dos los aperitivos alivian el hambre y prestan al paladar la oportunidad de degustar los sabores baezanos, que tienen en el aceite de oliva su principal sustento.
Recuperadas las fuerzas podemos proseguir el camino. Úbeda y Cazorla aún esperan nuestra visita. Antes bien podemos dedicar unas horas a visitar una antigua almazara que hay saliendo de la ciudad. Niños y mayores aprenden a identificar las diferentes clases de olivo y experimentan cómo se extrae el zumo dorado de tan humildes frutos, dando fuerza para continuar nuestro viaje.