París, el corazón de la luz

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Torre Eiffel – París

París, la ciudad de la luz

París completa junto a Nueva York, Londres y Roma, el tetraedro de las ciudades imprescindibles en la guía de todo amante a los viajes. Una ciudad imposible de conocer en un solo fin de semana, un destino privilegiado que siempre está en la agenda, un lugar del que enamorarse.

En mi primera incursión en la ciudad de la luz me decido a conocer su corazón. Los monumentos parisinos más representativos, que surgen cuales setas junto al majestuoso río Sena. El corazón de la ciudad de la luz casi coincide con su antaño trazado medieval. Del que quedan pocos vestigios después de cruentas guerras y necesarias revoluciones. Mis pasos me permitirán recorrer en compañía del Sena desde la emblemática catedral de Notre Dame, hasta el gigante de acero que es la Torre Eiffel. Un paseo por el París imprescindible.

La isla de Luís XIII

A falta de murallas, los primeros habitantes que fueron el germen de París, escogieron dos pequeñas islas en el río Sena para crear el asentamiento primitivo de la ciudad. Aunque las primeras construcciones se levantaron en la Île de La Cité, me he decidido a comenzar mi ruta parisina por la vecina Isla de Saint-Louis, a fin de seguir el discurrir del río.

El puente de Sully me sirve de pasarela para cruzar del margen derecho a Saint-Louis. Según me cuentan la isla no se habitó durante la Edad Media, sino que fue el rey Luís XIII, a quién le debe el nombre, el que urbanizó esta atalaya natural utilizada durante siglos para poner la ropa a secar, después de lavarla en sus orillas. En estos días, sin embargo, la imagen dista mucho de esa que me recrea el guía autóctono. Ahora los palacios se asoman al Sena buscando su reflejo en el agua. Mientras las calles interiores son un bullicio de turistas distraídos por artistas de todos los géneros, en su devenir en busca de los famosos restaurantes, comercios y librerías con siglos de historia, como la librería Ulysses, en el número 26 de la calle principal.

Notre Dame - Rio Sena

Isla de Cité – Catedral de Notre Dame

Antes de abandonar la isla y encaminarme hacia Notre-Dame, me retiene el escaparte de la crepería Au Lys D’Argent, junto al número 9, donde pruebo una de esas delicias bañadas de chocolate y acompañadas con plátano. Aunque la variedad bien merece alargar la estancia cruzó el puente hasta la mayor de las islas. En el puente un grupo de jóvenes realizan una vistosa exhibición de agilidad, que se acompaña por los aplausos de un centenar de curiosos, aprovechando un alto en el camino.

La Île de La Cité, el origen de París

Los primeros asentamientos de París se produjeron en la mayor de las dos islas de la ciudad. Nada más entrar Notre-Dame invita a contemplar su fachada gótica y a rebuscar entre las campanas de sus torres a aquel entrañable jorobado que nos describió Víctor Hugo. Sin embargo primero me decido a recorrer el perímetro de la isla.

Siguiendo Quai aux Fleurs y después Quai de la Corse, me dejo acompañar por el Sena y los barcos turísticos que muestran París desde las aguas. Tras cruzar ante el puente de Notre-Dame, a la izquierda, encuentro un mercado variopinto en el que se puede adquirir plantas, artesanía e incluso algo para picar. Más adelante, las torres de capucha azul de la Conciergerie dan sombra al río que discurre bajo sus pies.

En la Tour de l’Horloge, en la esquina del edificio, aún marca puntual las horas el que se considera el reloj público más antiguo del mundo, datando su puesta en marcha de 1370. Bordeando el impresionante edificio alcanzó Square du Vert-Galant, presidido por una estatua ecuestre de Enrique IV. Un enclave de sosiego transformado en un parque alejado del bullicio de las calles centrales. Aquí se reúnen algunos estudiantes y jóvenes parisinos en busca del sol de media tarde. En las viviendas que protegen a la vecina Place Dauphine vivieron afamados actores y artistas de la cultura parisina, junto al Puente Neuf, el más antiguo de París.

No me resisto a contemplar el Sena, que me acompaña desde los primeros pasos, así que bajo al muelle, disfrutando de un tranquilo paseo paralelo a Quai des Orfévres. Pero al llegar al Boulevard du Palais vuelvo a subir a la superficie de la isla. Me da la bienvenida una de las joyas de París, Ste.-Chapelle, protegida por los muros del Palacio de Justicia. La policromía de sus vidrieras, techos y muros ahogan al visitante en un mundo de otra época. Las escenas bíblicas surgen por doquier y cuando miro el reloj han pasado varias horas disfrutando de esta joya parisina.

Catedral de Notre Dame

Gárgola en la Catedral de Notre Dame

Definitivamente, siguiendo por Quai du Marché Neuf, llego a la explanada que preside la fachada de Notre-Dame. Precisamente ha cumplido 850 años hace unos meses, sin perder un ápice de su embrujo y leyenda. El rosetón central, entre las dos torres, llama la atención de todos los que contemplan esta maravilla gótica. No es difícil encontrar las primeras gárgolas que parecen mirar a los viandantes; desafiantes y protectoras de este tesoro de París. Desde la fachada sur se pueden contemplar las filas de apóstoles que descienden desde la aguja central. Aunque probablemente las mejores vistas de la Catedral de París se tengan desde la esquina del Boulevard Saint-Germain con Quai de la Tournelle.

Saint Germain y el Barrio Latino

En mi búsqueda por obtener la mejor foto de las islas del Sena, paso ante La Tour d’Argent. Un pintoresco y lujoso restaurante en el que se presentó a Europa la bebida de café. Antes he pasado por la famosa librería Shakespeare and company. Un pequeño local de portada verde donde se imprimió por primera vez la revolucionaria novela Ulysses, de James Joyce. Estos hechos son propios de este barrio. Sobre la colina se levanta la prestigiosa Universidad de la Sorbona, cuna de políticos, gobernantes, pensadores y ilustradores que han dejado un legado universal.

El paseo por la Edad Media tiene que incluir al Museo Cluny, muy próximo a la Universidad. Pero hay que tener cuidado en el nombre. En realidad Cluny es el nombre de la abadía que lo acoge; el del museo es Musée National du Moryer Age. En sus salas se exponen algunas de las mayores colecciones de arte del medioevo. El tapiz La dama y el Unicornio, del siglo XV, es la obra más famosa de esta pinacoteca.

En torno a la abadía surgen decenas de calles sembradas de comercios de todo tipo. Un ambiente cosmopolita, urbano y literario parece inundar por doquier. Las librerías con siglos de historia y los restaurantes más económicos de París se encuentran en estas calles del Barrio Latino, donde la cultura rebosa aún hoy a la sombra de la Universidad y el Panteón, donde son objeto de reconocimiento algunas de las mentes más lúcidas que ha dado París.

Arco del Triunfo - París

Arco del Triunfo – París

La Abadía Cluny es el centro de Saint-Germain. Allí me dirijo para tomar el Boulevard Saint-Michel, que me llevará hasta los Jardines de Luxemburgo. La entrada principal la tiene por la Rue de Vaugirard. Tras los muros del imponente edificio me esperan veintidós hectáreas de jardines magistralmente cuidados, con senderos para pasear tranquilamente en el corazón de París y cuya armonía sirvió a Víctor Hugo para crear su obra más famosa, Los Miserables.

El Louvre y La Concordia

Tras mi incursión en Saint-Germain voy, de nuevo, en busca del Sena. Esta vez cruzo a la otra orilla por el Puente del Carrusel. Frente a mí la fachada de más de seiscientos metros del ala izquierda del Museo del Lovre. Cruzo el arco y llego a la insignia del museo, su pirámide de cristal. La pinacoteca es la mayor del mundo y una referencia de obligada visita. En sus salas se expone la famosa Gioconda de Leonardo Da Vinci, junto a varias colecciones que se alternan con los fondos del museo. Pese a sus numerosas salas y exposiciones, la mayor parte de las obras pertenecen ocultas a los visitantes, dada la falta de espacio para mostrarlas. No obstante, la muestra bien merece la pena, dada la riqueza de tapices, cuadros, esculturas y cultura de otros géneros que se muestran a cada paso.

Museo Louvre

Museo del Louvre – París

Colocado en la explanada del Louvre, con la pirámide a mis espaldas, se extiende ante mi uno de los parques preferidos por los parisinos y visitantes. Los jardines de las Tullerías son el refugio para descansar del bullicio de París, además de un agradable paseo hasta la Plaza de la Concordia, con su obelisco central.

El París napoleónico

Cansado del camino me decido por un transporte alternativo a mis propias piernas para llegar a la glorieta donde se aloja el Arco del Triunfo. Atravieso la gran avenida de los Campos Elíseos, hasta el gran arco triunfal. Cruzando por un paso subterráneo se llega a la glorieta, famosa por no estar incluida en las cláusulas de seguros de automóviles. Desde el mirador situado a cincuenta metros, se tienen magníficas vistas de los grandes bulevares y una idea del modo de conducir en París.

Torre Eiffel en Paris

Torre Eiffel – París

Posteriormente la Avenida Kleber me lleva hasta El Trocadero. La visita es especialmente aconsejable de noche, aunque hay que llegar temprano para coger sitio. Cuando el sol se pone sobre el horizonte, la ciudad de la luz se deja alumbrar por el resplandor del faro de París, la torre Eiffel. Miles de bombillas acompañan al cañón de luz que como faro guía las miradas hasta el mastodonte de acero. Merece la pena esperar hasta las horas en punto o medias. Entonces la torre enciende centenares de luces de flash a cuya imagen jalonan los aplausos y asombro de los visitantes.

Una magnífica imagen para concluir esta primera visita a París. Una ciudad a la que seguro que volveré…

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