Chaouen – una ciudad andaluza en el Rif

Chaouen
Situada en las montañas del noroeste de Marruecos, quizás la ciudad más emblemática del Rif, Chaouen o (Chefchaouen), «la ciudad azul y blanca», llamada así por el colorido de sus casas, es una de las joyas del país norteafricano. Tiene, curiosamente, una historia muy ligada a la Península Ibérica: fue fundada en el siglo XV para oponerse a las invasiones portuguesas, creció en los siglos posteriores con la afluencia de los moriscos y los judíos sefardíes que habían sido expulsados de España y, durante la ocupación española, fue una de las ciudades más hostiles a los invasores. Blad es siva, territorio insumiso, la llamaban, tenía un carácter sagrado para el islam y se mostró siempre hostil a los cristianos. Actualmente, dejado atrás su pasado belicoso, es un pequeño y hermoso pedazo de historia del país montañés, cita ineludible para los turistas.

Qué visitar en la ciudad

Como fortaleza ancestral, la parte más importante de Chaouen es la Medina, el casco antiguo. Tiene una importante influencia andaluza en el planteamiento de los edificios, con paredes encaladas cuyo estilo fue traído por los inmigrantes judíos. Más abiertas y menos ajetreadas que las callejuelas de Rabat y Fez, las calles del casco viejo guardan talleres artesanos y telares, así como tiendas, en las que podremos regatear para conseguir un buen precio. Los precios bajos, por otra parte, son una constante en esta ciudad, tanto en la hostelería como a la hora de hospedarse.

La plaza de Uta el-Hamman es un buen sitio que explorar. Está llena de restaurantes y cafés, en los que podremos tomarnos un buen plato típico o un té en una terraza a precios razonables y en locales visitados también por los locales. Además, la plaza alberga a la Alcazaba y a la Mezquita Grande, construida en el siglo XV por el hijo del dirigente que fundó la ciudad. Hasta hace poco no se podía visitar el interior sin ser musulmán, aunque puede que haya cambiado la política. En todo caso, su característica torre de planta octogonal se puede admirar desde fuera, es una excelente vista.

Lo que sí que podremos disfrutar sin necesidad de ser musulmanes es la Kasbah o fortaleza amurallada. Allí están los jardines, que podremos visitar por las mañanas y las tardes, y un pequeño museo etnográfico de los pueblos del Rif, así como una galería de arte.

Otro punto que merece la pena visitar es la fuente de Ras el-Maa, un arroyo que nace de la roca de la montaña y recorre la ladera por el barrio de los lavaderos. Aquí funcionan todavía los molinos hidráulicos, y la corriente ha sido aprovechada durante siglos para moler el grano, lavar la ropa y nutrir las acequias de riego.

Visitando los alrededores

Chaouen es famosa como una de las mecas de los amantes del trekking. Cerca se encuentra el Parque Nacional de Talassemtane, de impresionantes cimas y profundos valles. La vegetación, formada por bosques de cedro, olivos, abetos y alcornoque, recuerda mucho a la del sur de España. Entre la fauna que podremos admirar están los macacos (parecidos a los de Gibraltar) y las aves rapaces. Especial mención merece la cima del monte Jebel el Kelaa, que domina Chaouen.

Cerca de Chaouen tenemos una mezquita en ruinas, abandonada hace más de ochenta años durante la guerra del Rif. Es un paseo bonito y apenas nos hará recorrer dos quilómetros. Otra maravilla natural que merece la pena visitar haciendo senderismo es el Puente de Dios (o Pont de Dieu), una formación de roca en forma de arco de piedra. Cruzándolo llegaremos a unas magníficas cascadas y una mezquita llamada Charafat. La excursión es algo más exigente, sin embargo, quizás medio día de camino. Otras aldeas que sirven de base para el senderismo son Kalaa y Akchour, villa esta última situada cerca de las cascadas.
Llamará, quizás, la atención al visitante occidental los frondosos cultivos de marihuana de los agricultores locales. La zona es una de las más importantes en la producción de esta planta, cuyo cultivo y consumo son legales en Marruecos.

Como última nota, hay que mencionar que en esta ciudad, como en Tánger, nos encontraremos con muchos lugareños que saben hablar español, entre ellos muchos ancianos.

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