En 2008, Pekín se convirtió durante unas semanas en el centro de todas las miradas. Una ciudad con milenios de historia recopilada en sus edificios se convertía en la capital mundial del deporte con la celebración de los Juegos Olímpicos, un acontecimiento que supuso un enorme empuje a la capital china y que nos descubrió por momentos los encantos de la vieja Beijing. Ahora, pasada la vorágine, volvemos a Pekín para recorrer sus calles y los tesoros imprescindibles que todo viajero ha de capturar con la cámara fotográfica. Bienvenidos a un espectacular viaje a Pekín.
De la Plaza de Tiananmen a la Calle Dorada
El centro neurálgico de Pekín es la Plaza de Tiananmen. Este amplio recinto es más importante como símbolo, por los acontecimientos que ha acogido en su escaso medio siglo de vida, que por lo que tiene que ofrecer de monumentalidad. El régimen chino la sigue utilizando para hacer propaganda de su poderío. En 1949, cuando se construyó, fue el lugar donde se proclamó la República Popular China.
Aunque suele ser más recordada por las nefastas consecuencias dejadas por la represión tras la revolución de los estudiantes y los trabajadores de 1989.
Hoy día sigue siendo un lugar de encuentro de estudiantes y turistas. Lo más destacado es el Mausoleo de Mao Zedong. El cuerpo embalsamado del líder chino recibe cada día miles de visitas de ciudadanos que forman grandes colas en la plaza. La entrada es libre, pero hay que tener paciencia y ser exquisitamente respetuosos cuando se accede. En las inmediaciones se puede aprovechar el tiempo con el Gran pabellón del Pueblo, el monumento a los Héroes del Pueblo o el Museo de la historia y la Revolución.
Separando la Plaza de Tiananmen de la Ciudad Prohibida discurre una avenida que tomamos en dirección este. Se trata de una de las principales arterias comerciales de la ciudad y un lugar excelente para comprobar lo globalizado del mundo. Aquí las firmas occidentales abren sus negocios junto a tiendas tradicionales, dando la oportunidad al viajero de mezclarse con los viandantes y descubrir la Pekín más viva. El nombre de la calle es Wangfujing Dajie y se le puso al descubrir cerca de la residencia de la princesa un pozo de agua dulce, de ahí la traducción: Pozo de la mansión de la princesa, aunque también se conoce como Calle Dorada. Todo el itinerario es peatonal, permitiendo a los viajeros deambular de una tienda a otra. Destacan la tienda de té Wuyutai y la tienda de sombreros Sheng Xifu. También es un buen lugar para probar la comida china en los puestos callejeros.
Los secretos de la Ciudad Prohibida
Durante siglos los muros de la Ciudad Prohibida fueron infranqueables. Los ciudadanos apenas tenían noticias de lo que sucedía en el interior de este palacio que la revolución china abrió al mundo y hoy es uno de los atractivos más importantes de Pekín.
Al Palacio Imperial se accede por los puentes situados frente a Tiananmen, permitiendo atravesar la que en otro tiempo era la infranqueable Puerta Sur. Dos dinastías de emperadores moraron estos edificios desde 1368 hasta 1911, cuando el último emperador fue despojado de sus derechos. La película de Bernardo Bertolucci rememora aquellos convulsos días. Superados los muros, 720 000 metros cuadrados acogen a casi mil edificios. Para aprovechar la visita es aconsejable seleccionar. El pabellón de la Suprema Armonía es de los destacados. Aún hoy se utiliza para recibir a grandes personalidades. Para ver los aposentos de los emperadores hay que entrar en el pabellón de la Pureza Celestial. Una condición autoasignada por la familia imperial, que se decían vicarios de los dioses.
La magnificencia de la Ciudad Prohibida es todavía patente en las construcciones y los murales con que se engalanan los edificios. Leones dorados y sinuosos dragones son algunas de las representaciones más destacadas. Aunque bien merece la pena dedicar unas horas a recorrer los alrededores del complejo. Al norte destaca el parque Beihai. Un lago precede a este conglomerado de edificios y jardines chinos que data del siglo X. En el centro del parque hay una isla y de ella nos quedamos con la Pagoda Blanca. Un templo budista desde cuya cúpula, situada a 40 metros, se permite tener otra visión de Pekín.
Orar en el Templo del Cielo
Durante siglos Pekín fue el centro neurálgico de China. Las dinastías Ming y Qing gobernaron el país desde la “Ciudad del norte”, significado de Beijing en chino. En esta ciudad vivían y oraban; y uno de los lugares de oración que cada año debía ser una vorágine de personas es el Templo del Cielo. El conjunto en realidad no es un solo templo, sino tres construcciones presididas por el Pabellón de la buena cosecha. Cada primavera, una vez recolectados los frutos de los vastos campos chinos, la familia imperial acudía a este complejo para dar gracias por las cosechas obtenidas durante el año.
El Templo del Cielo se construyó pocos años después que la Ciudad Prohibida, siendo el edificio más divino de cuantos mandaron construir los emperadores. La fiesta de la cosecha suponía la salida de la Ciudad Prohibida del emperador. El complejo rebosa de simbolismo, desde el Salón de la buena cosecha, en el centro del recinto, al Altar circular y la Bóveda imperial del cielo. Las construcciones se encuentran al sur de Pekín, en un enorme parque de 300 hectáreas donde los pequineses suelen acudir para practicar tai-chi, mah Jong, ajedrez o caligrafía.
Callejeando por Pekín
Una vez recorridos los monumentos imprescindibles de Pekín, llega la hora de adentrarnos en sus pequeñas venas y recorrer los rincones más interesantes de la ciudad. Al este, Liulichang es conocida como la calle de las antigüedades. Aquí se puede asistir a un tradicional mercadillo alternando puestos de especias, té, vestidos, kimonos y multitud de artículos de artesanía. Incluso es fácil encontrar ejemplares del Libro Rojo. Es una calle turística y como tal son los precios, aunque muchos de los comerciantes aceptan el regateo con tal de deshacerse de alguno de los artículos con que llenan sus puestos.
Caminando por Pekín se aprecian entre calles estrechas las viviendas típicas que durante siglos fueron una referencia arquitectónica de la ciudad, los hutong. Hoy las escasas mil viviendas de este tipo que quedan están protegidas, pues en las últimas décadas han ido siendo sustituidas por edificios modernos. Estas construcciones se caracterizan por ser casas de planta baja o una planta, construidas en torno a un patio interior donde antiguamente cocinaban, lavaban y hacían gran parte de la vida en el hogar. Estas construcciones son la herencia arquitectónica de la dinastía Yuan, previa a los Ming. Al adentrarnos por los callejones del centro se pueden vislumbrar el interior de los patios y casas a través de las puertas abiertas, rememorando algunas de las películas que nos han traído Pekín a nuestros cines, como Memorias de una geisha, ambientada antes de que la guerra destruyera gran parte de lo que fueron los barrios más emblemáticos de la ciudad.
Ópera de Pekín
Sin duda una de las visitas obligadas a Pekín es su ópera, no solo por el edificio, sino por las representaciones que cada noche tienen lugar en sus tablas. Un espectáculo sin igual en el mundo occidental. Pueril, severo, mágico y real, son algunos de los adjetivos con que se define el arte expuesto en este edificio, centro de la cultura pequinesa desde que fue fundado al final de la dinastía Qing. La música se mezcla con las acrobacias, comedia, drama y artes marciales, constituyendo un cóctel que puede alargarse mucho más de lo que estamos acostumbrados. Todo aderezado por una fabulosa puesta en escena engalanada de trajes de vistosos colores, joyas, peinados y maquillajes imposibles.
Tradición y vanguardia en los alrededores de Pekín
A unos kilómetros del centro de Pekín, hacia el oeste, a orillas del lago Kunming, se encuentra el antiguo Palacio de Verano que habitaron los emperadores en el siglo XVIII. Hoy día es un lugar de recreo y esparcimiento para los habitantes de la capital china. También fue lugar desde el que impartir justicia, así lo acredita el Salón de la benevolencia y la longevidad, donde destaca un enorme trono de madera, lugar escogido por el emperador para despachar con los enviados extranjeros. El lago adyacente cuenta con varias embarcaciones que recorren el recinto, aunque mucha gente prefiere llegar a la isla situada en el centro mediante el puente de los 17 arcos.
La ciudad olímpica está situada al norte de la ciudad. El estadio que acogió algunas de las pruebas deportivas de los Juegos Olímpicos de 2008, conocido como El Nido, se ha convertido en un lugar de peregrinación turística y un símbolo del avance del país. Gran parte de las instalaciones están en pleno uso y se pueden visitar siguiendo un recorrido por lo que es una declaración de intenciones del potencial de China.
La Gran Muralla China
El viaje a Pekín no puede estar completo sin la visita obligada a la Gran Muralla China. Quizás la mayor obra del mundo antiguo. La parte más vistosa se encuentra a algunos kilómetros al norte de Pekín. Es posible recorrer un gran tramo restaurado al que acuden cada día miles de turistas extranjeros y nacionales que quieren experimentar la sensación de estar en la frontera más famosa del mundo. La muralla mide más de seis mil kilómetros y no todos los tramos son dignos de fotografiar. Las sucesivas dinastías fueron construyendo lienzos de muralla según avanzaban sus pretensiones respecto al territorio mongol. En algunos lugares los restos de muralla apenas levantan un metro del suelo, pero las que están más próximas a Pekín conservan el esplendor de esta magnífica construcción de la que se dijo que se podía ver desde el espacio exterior (aunque no es así). La muralla discurre por valles y escala montañas como una línea de piedra caliza y granito constituyendo uno de los atractivos más populares, no solo de Pekín, sino de China. Un buen lugar para poner punto y final a nuestro viaje a Pekín, dejando un sabroso sabor en la memoria del viajero que tiene en China uno de los destinos más enigmáticos del mundo.