Es difícil perderse en la ruta para llegar a Segovia. La ciudad adorna el horizonte sobre lo que pretende ser una estepa castellana, con las ondulaciones propias del terreno que anuncian a la Sierra de Guadarrama. Y si fácil es llegar a la villa, aún más fácil es ponerse delante del Acueducto de Segovia. Parece que todos los caminos que se dirigen a la ciudad quieren nacer en el acueducto, como los arroyos que nacen de una misma fuente. Así que el viajero se encuentra irremediablemente con la belleza espectacular de una construcción con 2000 años de historia bajo sus arcos.
Tres razones para visitar Segovia
Hay dos razones que me llevan a visitar los lugares que después relato en este blog de viajes. Por un lado la historia y popularidad del lugar. En los destinos me pasa como con los libros, me dejo aconsejar por la crítica, aunque prefiero los clásicos. A lo que se suma otra razón de peso que empuja al espíritu viajero: la gastronomía.
En el caso de Segovia son tres las razones que me llevaron a apuntar a la ciudad como destino preferente: su fama, su gastronomía y su historia. Tres pilares a los que atiende sobradamente la visita.
Acueducto de Segovia
No es necesario cansarse. El Acueducto de Segovia tiene 166 arcos sosteniendo al canal de agua que desemboca en el centro de la ciudad. Un tramo de 700 metros que se sitúa en la última parte del recorrido de la canalización ideada por los ingenieros romanos para llevar el líquido elemento desde el río Acebeda -en la falda de la sierra de Guadarrama- hasta el baluarte castellano.
Para los romanos la presencia de agua era vital a la hora de escoger la localización de una ciudad. Así que cuando pudieron garantizar el suministro iniciaron la construcción de lo que hoy es Segovia. Agua, que por cierto, llega desde otro lugar muy recomendable para visitar, La Granja de San Ildefonso, con especial mención para los Judiones de La Granja y la Cebolla rellena de carne y bechamel con que nos deleitaron en Casa Zaca.
Podríamos estar un largo rato hablando del acueducto y cuán espectacular es. Sin embargo, basta con buscar un poco por Internet para tener información más que ampliada. Lo que sí puede ser interesante es saber dónde obtener la mejor foto del acueducto. Mi consejo es atravesar bajo sus imponentes arcos hasta la plaza peatonal a la que miran las terrazas de los muchos restaurantes. En esta plaza también está la Oficina de Turismo de Segovia -con una interesante maqueta de la ciudad según su trazado medieval-. Justo antes de la oficina de turismo hay unas amplias escaleras que suben. Al final de ellas se tienen dos miradores, cada uno de los cuales mira a una fachada del acueducto. Impresiona la vista desde este punto en que se puede acariciar las piedras milenarias y ver la exactitud con que se levantó en su día la obra. Un certificado perenne de la validez de la arquitectura romana.
Casco antiguo y Catedral de Segovia
Sin lugar a dudas, uno de los alicientes que tiene visitar Segovia es recorrer las calles y plazas del casco antiguo. Mi itinerario me llevó rumbo al Alcázar por la calle de Miguel de Cervantes, ese gran alcalaíno. Sucesivamente se repiten los negocios que ofrecen los famosos judiones de La Granja, junto con otros manjares de tierras de Castilla.
Finalmente es una gran plaza que anuncia el final del leve ascenso. La protagonista del espacio abierto es la Catedral de Segovia. De singular importancia por su arquitectura. De hecho, una de las cosas que me llamó la atención mientras viajábamos hacia la capital castellana era la idílica y grandiosa figura de la catedral sobre el trazado urbano. Si bien es cierto que Segovia se identifica con el Alcázar y el Acueducto, no es menos llamativa la presencia de la catedral.
El mayor de los templos cristianos de Segovia ostenta la característica de ser la última catedral gótica de Europa. Así lo llevan a gala los segovianos y así parecen ponerse de acuerdo los expertos. Y es que se da una condición de privilegio en su construcción. Segovia fue sede de las Cortes en tiempos de los Reyes Católicos, lo que hizo a la ciudad merecedora de grandes caudales. Tanto fue así que su catedral es de las pocas que se hizo con la suficiente premura como para que tan solo un estilo arquitectónico reine en su haber.
Alcázar de los Reyes Cristianos
Si continuamos el discurrir de la ruta segoviana siguiendo la dirección que traíamos, es fácil llegar al poco tiempo al Alcázar de los Reyes Cristianos. Previamente, apetece el descanso en la Plaza de la Merced. Un coqueto parque al que dan sombra árboles elegantes y que compone una bonita imagen con la iglesia de san Andrés como fondo.
El Alcázar dista pocos metros de este lugar para el descanso. Delante de la fortaleza otro parque permite tomar algunas fotos interesantes del castillo. Este que hoy vemos es el resultado de tres grandes periodos. En el primero se le dio la forma a sus murallas, aprovechando una peña en la confluencia estratégica de los ríos Eresma y Clamores. Posteriormente llegaron grandes reformas, como la torre con almenas que hoy hace de vigía ante la puerta del castillo. O los puntiagudos tejados que le dan esa idílica apariencia de cuento de hadas y que recuerdan a los edificios que abundan en Alcalá de Henares.
Junto al Alcázar -en cuyo interior se muestran las salas de los reyes y un museo de la época- se puede visitar el Museo del Laboratorio de Química.
El camino de regreso se puede hacer siguiendo el trazado sur de la muralla de Segovia. Una calle poco transitada hace de circunvalación para vehículos y peatones, con la ocasión de fotografiar impresionantes vistas de sierra. Un punto final inmejorable para nuestro viaje a Segovia.