Siendo estrictos, habría que poner otro nombre a la ruta de los pueblos que siembran la costa de Cádiz. Cuando hablamos de pueblos blancos nos referimos a los que se encuentran en el interior, en torno a la Sierra de Grazalema. A los auténticos pueblos blancos viajamos en una ruta anterior. En aquella ocasión visitamos Grazalema, Olvera, Setenil, Alcalá del Valle, Zahara de la Sierra, Arcos y alguna que otra visita intermedia. Pero como le sucede al viajero que pone sus pies en Cádiz, las vacaciones se antojan cortas y apetece descubrir las marineras poblaciones de la costa. A esa misión nos entregamos en esta ocasión.
Comenzamos la ruta por los pueblos de la costa de Cádiz por la población más meridional de la Península Ibérica, Tarifa. Desde allí seguimos el discurrir de la ribera empujados por el viento para hacer un alto en Barbate y degustar el atún rojo artesanalmente conservado. También Zahara está en nuestra agenda. Y por supuesto Vejer. Desde las alturas bajaremos a pie de playa para bañarnos en Conil y continuar hacia Chiclana. Tras visitar la antigua Sancti Petri tendremos a San Fernando por la proa e inmediatamente después la meta de nuestro viaje: Cádiz.
Tarifa
Tarifa está permanentemente acompañada por el viento. Su situación estratégica la hace guarda y señora de la puerta al Mediterráneo, mientras al oeste se extiende el enorme Atlántico. El nombre de la villa le viene dado por el general árabe que conquistó la región mucho tiempo después de que los romanos pusieran aquí uno de sus principales industrias manufactureras de pescado.
El puerto sirve de trampolín para los barcos que parten hacia Tánger, lo que le confiere a la ciudad un incesante trajín de visitantes. El faro de la Isla de Tarifa es el punto más al sur de la península Ibérica. Desde aquí se cuentan más de 300 grandes buques que cruzan el Estrecho de Gibraltar, además de una infinidad de aves que aprovechan los vientos en sus movimientos migratorios.
En la superficie del agua es habitual ver los reflejos de los delfines acompañando a los mercantes y los barcos de avistamiento, en los que los visitantes rugen con aclamaciones cuando aparece la majestuosa ballena rompiendo con su enorme cola la superficie del mar.
Un paseo por el casco antiguo de Tarifa nos permite intuir la vida marinera y constatar que el viento es el eterno protagonista. Todo lo que queda enmarcado dentro del recinto amurallada -y el propio continente- fue declarado hace unos años Bien de Interés Cultural Monumental. Las edificaciones más representativas llevan a una época de lucha entre reyes y pueblos ajenos.
Extramuros, Tarifa se rinde al viento. La playa de Valdevaqueros es una de los diez mejores de España, especialmente si se pregunta a los amantes del viento y el mar. Tarifa es la meca del surf y el kitesurf. Los deportes de viento se viven con especial intensidad en un entorno privilegiado con la gran duna de Valdevaqueros como fondo. Una duna que empujada por el viento poco a poco escala la peña de San Bartolomé, como queriendo asomar a ver a Bolonia.
Bolonia y Baelo Claudia
A pocos metros de la playa, enmarcado en un parque natural, un camino recorre la costa de Cádiz desde Tarifa hasta el faro de Camarinal. Antes, una parada se antoja imprescindible. La playa de Bolonia acoge a las ruinas de Baelo Claudia, la que fuera una de las fábricas de conservas más importantes del Imperio Romano.
Para llegar a Baelo Claudia seguimos el itinerario marcado por la N 340. La salida de Bolonia nos lleva directamente al recinto. Lo que hoy son unas ruinas bien conservadas a los pies de una idílica playa gaditana tuvo su apogeo en el siglo II a.C. Por entonces en los banquetes romanos no podía faltar el garum, una especie de paté a base de vísceras de pescado cuya receta original nos robó el olvido.
Zahara de los Atunes
Nuestro viaje por la costa de Cádiz aún nos depara muchos rincones de similar belleza e interés. El siguiente destino los descubrimos tras dejar atrás las poblaciones de Facinas -primero- y Tahivilla -después-. Una sinuosa carretera entre un campo de molinos eólicos nos recuerda que estamos en una tierra cincelada por el viento. Poco después no llegamos a Zahara de los Atunes. Un pueblo destino de muchos de los famosos del panorama nacional y de acaudaladas fortunas.
En décadas pasadas los extranjeros descubrieron el potencial de este trozo de costa casi virgen en la que surgen por doquier imponentes chalets junto al núcleo marinero de Zahara. La población es famosa por sus playas, a los pies de la Sierra del Retín, que da nombre a la ternera de la zona -de exquisito sabor, por cierto, y muy valorada por propios y visitantes-.
Zahara es buen lugar para degustar la gastronomía de la zona, que combina en el recetario las delicias de la tierra y los frutos del mar. El atún rojo es uno de los grandes protagonistas en los fogones. Zahara le debe su nombre por las antiguas almadrabas situadas frente a la playa en las que se pescaban enormes atunes. La forma de pesca tradicional se mantiene aún hoy en día con pocos cambios desde hace siglos.
Barbate
Y si hablamos de atún y almadrabas es indispensable hablar de Barbate. Un pueblo marinero fundado a principios del siglo XX y enraizado en la mar como pocos. La naturaleza rodea a la población hasta ser una frontera natural infranqueable. Por la costa el océano Atlántico con una playa infinita desde la playa de la Hierbabuena hasta perderse a la vista. Es posible realizar una ruta a pie entre los cabos de la costa sin apenas interrupción.
El Parque Natural de la Breña y Marismas del Barbate es la frontera natural tierra adentro. Una vasta extensión de pino piñonero del que se extrae un exquisito piñón con el que después se elaboran dulces tradicionales de Barbate. El postre perfecto tras deleitar el paladar con la gastronomía local y disfrutar de una ciudad que mira al mar.
Vejer de la Frontera
Vejer es uno de esos lugares que el viajero no puede quitarse de la memoria. Su pasado y su presente conviven entre calles de casas encaladas adornadas con vistosas macetas de gitanillas y geranios. Es un pueblo blanco retirado de la ruta tradicional, con vistas al mar, el Estrecho de Gibraltar y la costa de África.
En un paseo por las calles de Vejer se rememora la historia de la ciudad, que nos habla de vecinos que defendieron sus derechos frente a los poderosos para conservar las Hazas de la Suerte -candidatas a Patrimonio de la Humanidad-. El adoquinado nos habla de caballeros, de batallas, de señores y castillos. En lo más alto la Iglesia del Divino Salvador con sus tres estilos arquitectónicos marca la silueta junto al Castillo. Una construcción del siglo XI y uno de los pocos castillos habitados de España. Sus vecinos son casas humildes pero engalanadas de primavera.
Se hace irresistible la ruta por el recinto amurallado y la judería, a pesar de las continuas cuestas que no hacen sino obligar al viajero a realizar un alto en el camino para tomar aire y dar la oportunidad de fotografiar rincones de exquisita belleza.
En las colinas próximas los gigantes de El Quijote recuerdan que estamos en tierra de vientos. Varios molinos dispuestos sucesivamente dan fe del arraigo a la tierra y la tradición campesina. Algunos de estos molinos se han restaurado por completo, luciendo como lo hicieran hace siglos.
La playa de El Palmar
Vejer no es un pueblo marinero, ni mucho menos. Sin embargo, tiene playa. Su playa es la de una pedanía próxima, El Palmar. Cuando se llega es fácil imaginar el nombre. Un mar de palmas da paso al impresionante océano Atlántico en la que es una de las playas mejor valoradas del litoral. Una playa casi virgen en la que conviven restaurantes de prestigio con agricultores y ganaderos sin más separación que las vallas de las terrazas. Naturaleza en estado puro en un idílico lugar del que es fácil enamorarse.
Aún nos queda mucho camino por delante. Así que es buena opción darnos un baño y degustar los productos de la zona, para continuar la próxima jornada nuestra ruta por los pueblos de la costa de Cádiz. Todos a la mano de cualquier viajero gracias a las ofertas de viaje de SMS Vacaciones.