Ruta por los Pueblos Blancos

Desde las estribaciones de la Sierra de Ronda hasta el cabo de Trafalgar una serie de pueblos se extiende como un rosario blanco entre las montañas y dehesas de Cádiz y Málaga. La ruta de los pueblos blancos en realidad no es una, sino que cada viajero la adapta a sus inquietudes, añadiendo o declinando la estancia. Aquí ofrecemos nuestra particular Ruta por los Pueblos Blancos, por sus calles de casas encaladas repletas de macetas, por la arquitectura árabe y los castillos y fortalezas que en otro tiempo marcaron la frontera con el Reino de Granada.

Alcalá del Valle

Alcalá del Valle encabeza la lista alfabética y supone el inicio natural de la ruta. Su emplazamiento en un collado entre grandes montes le confiere un clima singular, como su historia. Esta localidad perteneció a los califatos de Granada. De hecho, se cuenta que fueron dos docenas de musulmanes sus primeros habitantes. Aunque se han hallado restos de asentamientos romanos que sitúan el origen en los albores de nuestra era.

Aún más antiguos son los restos neolíticos de los dólmenes de Tomillos. Una necrópolis en la que se rinde homenaje a los muertos desde tiempos inmemoriales. El Convento de Caños Santos se encuentra en uno de los emplazamientos más frescos del entorno, constituyendo un balcón natural con vistas privilegiadas. El nombre del lugar lo dan unos caños de agua que manan de la piedra, ligados a un milagro. Pero eso lo dejamos en el tintero, deberá ir a Alcalá para conocer la historia.

Setenil de las Bodegas

No todas las casas tienen cuatro paredes. En Setenil las viviendas están construidas aprovechando las cavidades de las rocas. Piedras enormes hacen de paredes y techos, incluso para algunas calles. Este es uno de los escenarios más visitados en la Ruta de los pueblos blancos, y su principal atractivo es el mismo pueblo en sí. De hecho, es tan curioso que no se puede hacer un mapa de Setenil, porque aprovechando las oquedades de las piedras hay calles y casas unas encima de otras. Es un pueblo en tres dimensiones.

Aparte del encanto de pasear por calles situadas bajo enormes moles de piedra, Setenil de las Bodegas tiene algunos lugares que completan la visita. Son la Fortaleza Nazarí, con sus 40 torres; la Torre de la Albarrana; las ermitas del Carmen, san Benito y la Concepción y, por supuesto, las Cuevas de san Román y los puentes de las calles Triana y Villa, desde los que tomar impresionantes fotos. Por cierto, no tengan miedo de entrar en las tiendas y restaurantes apresados bajo las piedras, dentro se sirve la mejor expresión de la gastronomía serrana.

Olvera

Situada en un enclave natural entre Sevilla, Cádiz y Málaga se levanta la señorial Olvera, con su característica silueta colmada por una espectacular iglesia y la fortaleza de la ciudad. Su castillo, precisamente, fue uno de los bastiones mejor defendidos por el reino nazarí.

Transitar por la calles de Olvera nos lleva a encontrar rincones encalados de un blanco inmaculado que la luz del sol destaca con especial intensidad. Los conjuntos de macetas con geranios, gitanillas y claveles pulcramente cuidados ponen la nota de color. Calles empinadas en las que vecinos y foráneos buscan la sombra, al tiempo que recorren la historia. El castillo árabe y la iglesia de la Encarnación son sus monumentos más destacados, aunque Olvera oculta más tesoros.

Zahara de la Sierra

La toma de Zahara de la Sierra supuso para los Reyes Católicos una de las victorias decisivas en la conquista de Granada. Su situación privilegiada con vistas a amplios llanos y la inexpugnable fortaleza de su castillo son hoy atractivos turísticos que justifican más que de sobra la visita a la localidad serrana.

A los pies de Zahara un embalse recoge las aguas filtradas por la sierra, mostrando desde la presa una de las imágenes más reconocidas del entorno: el castillo de Zahara. Como deslizándose por la ladera se desparraman hileras de casas blancas. La antigua iglesia de santa María de Mesa, hoy centro de interpretación, recoge restos de la mezquita de la localidad. Aunque Zahara no conquista solo por la vista, también se deja gozar por el paladar con una rica gastronomía que sabe aprovechar todas las delicias de la Sierra de Grazalema.

Grazalema

Si el tiempo amenaza lluvia va a conocer al vecino más famoso de la ciudad. Grazalema es la localidad con el mayor índice pluviométrico de España. Su situación cara al Atlántico y la altura de la montaña donde se encuentra hacen que sus calles empedradas sean una barrera natural para las nubes, que descargan sobre los tejados a dos aguas antes de continuar el camino hacia el interior.

Grazalema ha sabido conservar todos los encantos de los pueblos blancos, con una arquitectura netamente andaluza definida por calles empinadas, fachadas blancas, empedrados de adoquines y flores para dar color al conjunto. Es uno de los pueblos más turístico de la ruta y una visita ineludible para el viajero. Aquí se mezclan cultura, tradición, gastronomía y el saber hacer de sus gentes conformando un todo que enamora. Desde el centro urbano se ofrecen varias rutas y actividades con la naturaleza como protagonista, además de un itinerario interior conocido como la Ruta del agua, que lleva a los rincones más populares de Grazalema.

Ubrique

Hay dos motivos para visitar Ubrique: conocer la finca del torero más famoso de los platós de televisión y comprar algunas de las manufacturas en cuero que salen de las decenas de fábricas artesanales de la localidad. Lo cierto es que Ubrique debe mucho a su popular vecino, pues ha fomentado el turismo en la ciudad, de la que el viajero descubre que tiene mucho más que un mero nombre. Es una localidad típicamente serrana en la que gusta el buen comer.

Después de visitar las fábricas de marroquinería, principal actividad económica de Ubrique, merece la pena dedicar un hueco en la agenda para asomarse al yacimiento de Ocuri. Una antigua ciudad romana de la que se conservan sus termas y baños públicos, el foro, la necrópolis y un espectacular columbario, demostrando que esto de acabar la vida hecho cenizas no es nada nuevo.

Arcos de la Frontera

Enclavado entre la Sierra de Cádiz y los viñedos de Jerez, con vistas a la costa y la Bahía, se levanta orgullosa Arcos de la Frontera. Su historia habla de nobles y riqueza, que le han legado un excepcional patrimonio del que disfrutar hoy en día.

Una de las visitas que no se pueden obviar en Arcos es el balcón situado en lo más alto de la ciudad y que da a un impresionante tajo. Por no ser mal hablado es mejor que pregunten el nombre del mirador a algún vecino que ronde por la plaza. Plaza en la que abre sus puertas el Parador de Arcos. Callejeando pronto nos topamos con dos joyas de la ciudad: la basílica de la santa María y la de san Pedro; tradicionalmente enfrentadas. Cuenta la historia que la disputa llegó a romper la relación entre dos hermanos curas destinados a la respectivas iglesias para poner paz entre la feligresía. Aunque aparte de eso el interior de los dos templos son relicarios de enorme belleza, como cualquier rincón de Arcos de la Frontera.

Medina Sidonia

Con la vista puesta en el Atlántico, sobre una cima que controla las llanuras colindantes, se yergue Medina Sidonia, una de las villas con más historia de cuantas se enumeran en la Ruta de los pueblos blancos. A Medina se dice que llegó el apóstol Santiago. Cierto o no, sí se tiene constancia de que fue la primera sede episcopal de la península. Hoy eso se denota en sus varias iglesias y conventos, que forman parte de un patrimonio cultural mayúsculo y que deja impresionado al viajero.

Medina Sidonia es uno de los pueblos más antiguos de España, remontándose su vasta historia al Neolítico, como atestiguan los restos encontrados en su entramado urbano. Es la puerta de entrada a la comarca de La Janda y la Bahía de Cádiz, rutas que pronto iniciaremos en un nuevo itinerario de viaje, como la Ruta del Toro y la ruta por la costa. Mientras tanto nos quedamos con la buena experiencia de esta ruta gaditana con sabor serrano que puedes realizar con nuestras ofertas de viaje por los pueblos blancos.