La megafonía anuncia que nos aproximamos a nuestro destino. Lanzarote apenas dista unas millas. A la memoria me viene el pasaje con que Dante terminara La Divina Comedia. Aquel en que Ulises cruzó el Estrecho de Gibraltar en dirección oeste y tras varios días navegando apareció ante él una montaña oscura en medio del mar.
Las primeras imágenes de Lanzarote son sus islas, el archipiélago formado por cinco islotes que se extiende más allá de la costa norte. A continuación la isla de los volcanes deja constancia de su naturaleza. Una montaña negra y yerma rompe el horizonte. Sin embargo, la imagen que se tiene desde el exterior poco tiene que ver con todos los tesoros y experiencias que nos depara la más oriental de las Islas Canarias.
Arrecife, la nueva capital
Sea por aire o por mar la puerta de entrada a Lanzarote es Arrecife, el municipio que hace de capital de la isla, y el único que se encuentra en la costa. Los ataques piratas y las incursiones extranjeras hicieron que los habitantes prefieran la seguridad del interior, donde, entre cráteres y parajes volcánicos, era más rentable su defensa.
En Arrecife el estilo colonial y el aire africano marcan el devenir de su arquitectura. Las construcciones típicas, las casas terreras, no son tan abundantes como cabía esperar, pero es posible encontrar algunas paseando por la calle Real. Se caracterizan por sus enormes ventanas.
Protegido por el espigón del puerto, dando sombra a la dársena, se levanta el Castillo de San José. César Manrique lo restauró para que acogiera entre sus muros el Museo de Arte Contemporáneo. Aunque también se puede disfrutar en él de otro arte, el gastronómico, por ser la sede de uno de los más afamados restaurantes de la isla.
Siguiendo la ribera hacia el sur otro castillo nos espera en un islote próximo a la costa. El Castillo de San Gabriel. Antes habremos de pasar junto al Charco de San Ginés, una lengua de agua que se adentra en la ciudad, donde las barcas esperan su aventura marinera. Allí mismo la iglesia homónima acoge al patrón de Arrecife (que celebra su fiesta el 25 de agosto). Se considera el primer asentamiento marinero de Lanzarote. De su interior destaca su colección de arte sacro, pero también los instrumentos de navegación que los marineros de Arrecife han dejado a modo de ofrenda a lo largo de los años.
Antes de abandonar Arrecife nos acercamos al Parque de la Marina y las Salinas de la Bufona. La sal es uno de los recursos naturales de la isla, sosteniendo a una parte de la industria, dada su calidad.
El camino hacia Timanfaya
Continuamos nuestra ruta hacia el sur. A pocos kilómetros se encuentra la Playa del Carmen. Un complejo hotelero donde el descanso y las actividades lúdicas gobiernan por igual. Aunque este no es nuestro destino. El mismo cruce, pero hacia la derecha nos lleva a un lugar cuya imagen ha enamorado a directores de cine.
La Geria acoge una enorme plantación de viñedos, con los que se elaboran un caldo de reconocido prestigio. Cavados en la negra tierra, pequeños cráteres artificiales protegen a las delicadas viñas que se guarecen tras un mínimo muro de piedras. El viento, incesante, mece las hojas y hace difícil mantenerse en pie. La imagen es impresionante. Cientos de cráteres de apenas dos metros de diámetros de los que por lava surge una planta verde luchando contra las inclemencias del tiempo.
A la vuelta es aconsejable visitar Tías. El municipio que acogió al Nobel de Literatura José Saramago. De él, aparte de la casa del insigne escritor, se pueden visitar la Ermita de San Antonio y la de Candelaria.
De nuevo sobre nuestros pasos, siguiendo la carretera LZ-2 nos da la bienvenida el municipio de Yaiza. En el centro de la localidad se conserva la Aldea de Femés, la más antigua de la isla. Pero Yaiza, además de contar con buenos vinos y una excelente gastronomía es una de las puertas de entrada al Parque Nacional de Timanfaya, una visita ineludible. Hay varias opciones para visitar en el parque, aunque lo más recomendable es utilizar alguna de las excursiones que salen de Yaiza.
Timanfaya, la insignia de la isla
La primera noche de septiembre de mil setecientos treinta ha dejado una huella imborrable en la isla. El volcán rugió con fuerza y las lenguas de lava arrasaron con todo cuanto encontraron en su camino hacia el mar.
Según nos adentramos en esta obra de la naturaleza el paisaje lunar domina todo lo que alcanza la vista. Las corrientes de lava solidificada dan fe de la enorme erupción. Tras un primer tramo de trayecto llegamos a la Montaña de Fuego. En ella el mirador de la Montaña Rajada ofrece unas impresionantes vistas. El guía nos explica que a pocos metros de la superficie de donde nos encontramos la temperatura de la roca alcanza los 400 ºC.
Entre los encantos del parque está dar un relajante paseo en camello por alguno de los senderos que bordean las laderas de lava. A los pies de esas laderas, en la costa, también hay una amplia oferta turística y algunas visitas recomendables.
En la zona conocida como del Golfo se halla la Laguna Verde o Charco de los Clicos. El nombre «clico» le viene por un crustáceo endémico de esta región, hoy extinto. El verde intenso que cubre la superficie del agua se debe al fitoplancton que abunda en ella, hasta saturarla.
El Parque del Timanfaya aún tiene mucho que ofrecer. Los miradores abundan por doquier mostrando impresionantes vistas del poder de la naturaleza. Al tiempo que invitan a contemplar el gran océano en busca del Nuevo Continente. Lo mejor que se puede hacer es dedicar un par de días a este entorno natural para disfrutar de cada uno de sus rincones y secretos.
El legado de César Manrique
Habremos de volver sobre nuestros pasos y cruzar el Parque Natural de los Volcanes para alcanzar el municipio de Teguise, antigua capital de la isla. El conjunto urbano es el de mayor valor histórico y monumental de Lanzarote, a lo que se suman los numerosos yacimientos arqueológicos que lo rodean. A pesar de encontrarse tierra adentro sus dominios llegan al mar, donde la frontera se hace playa de arena fina que peinan los vientos alisios.
A las afueras de la ciudad se levanta la fortaleza de Santa Bárbara, asentada sobre el volcán Guanapay, que también le presta su nombre. Fue una de las primeras construcciones tras la conquista. Hoy en día presenta su imagen restaurada, de la que destaca sus torres de vigía.
Dentro de la ciudad, siguiendo el entramado de calles que se amolda las dificultades del terreno, se encuentran algunos de los edificios más representativos de la época colonial de Lanzarote. El Convento de San Francisco es una de esas joyas, como joyas son las tallas que alberga en su interior. Muy próximo se encuentra la Iglesia de Guadalupe, de planta gótica. El Palacio de los Spínola alberga hoy en día las dependencias culturales del ayuntamiento. Aunque el mayor orgullo del pueblo es la sede del prestigioso y afamado artista César Manrique, al que tanto debe Lanzarote por su celo y el legado que dejó. La fundación que lleva su nombre es un centro de arte e interpretación, acogida en la antigua casa del genio.
Las obras de Manrique están repartidas por toda la isla. Aunque su mayor contribución fue la defensa que hizo de la ínsula, protegiendola de los abusos especuladores y conservando su apariencia como paraíso natural. Una muestra de la obra de César es el Jardín de Cactus, cuya colección de estas plantas se alterna con esculturas de Manrique.
Los tesoros del norte
La carretera 402 nos lleva hasta otros de los enclaves mágicos de Lanzarote, la Playa de Famara. La más larga de la isla, con sus seis kilómetros. En esta playa es imposible renunciar a un paseo a la sombra de riscos de seiscientos metros y las vistas de la vecina isla de La Graciosa. Aunque las mejores vistas se observan desde el Mirador del Río, obra de César Manrique.
El mirador pertenece al término de Haría, donde hemos llegado casi sin querer. De este municipio agrícola y ganadero destacan algunos monumentos naturales que no se pueden dejar de visitar. La Cueva de los Verdes es una galería volcánica que fue refugio de los lugareños en las incursiones piratas. El laberinto ofrece impresionantes visiones subterráneas donde el agua hace curiosos juegos de luces. Muy cerca de la cueva, en la costa, se encuentra los Jameos del Agua. Una laguna subterránea único hábitat de los cangrejos ciegos. Ambos monumentos naturales han sido rehabilitados bajo la dirección de Manrique. Los Jameos del Agua es una de las obras más importantes del artista, y una visita obligada de Lanzarote.
De la isla solo nos queda ya Órzola, cuyas playas tienen reconocimiento mundial entre los amantes de las olas. Aunque también de los que buscan playas vírgenes de arena blanca, como la de la Cantería. De este municipio sale el barco que nos acerca a La Graciosa, la única isla poblada del Archipiélago Chinijo. Un paraje natural gobernado por el viento.
Lanzarote es una de esas maravillas que bien merecen una vida.
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