Continuamos el viaje por la costa que iniciamos en Almería teniendo como guías a los guardianes de la costa, los faros. En nuestra anterior etapa fueron cuatro los protagonistas de la historia. De ellos nos quedamos con sus propias historias, pegadas al mar que cada noche alumbran sirviendo de referencia a los navegantes.
En esta nueva ocasión pretendemos tomar solo a una pareja de protagonistas para que nos enseñen lo mejor de su costa. En Granada nos alumbra el faro de Motril, y a varias decenas de millas náuticas al sur encontramos en pleno Mediterráneo al faro de la isla de Alborán. Un lugar majestuoso al que solo unos pocos privilegiados pueden desembarcar, pero que nos hemos propuesto desenmascarar en nuestra guía de viajes por los faros de España.
La linterna de Granada
Granada, tierra privilegiada en culturas, climas, gastronomía… La historia le ha brindado ser una de las provincias más rica en lo que hay que contar y ofrecer. Su peculiar forma siguiendo una franja de tierra montañosa en torno a un eje norte-sur hace que nos ofrezca desde estupendas pistas donde practicar esquí, senderos con los que recorrer el corazón de la naturaleza, ciudad con milenios de historia y un trozo del trópico en su costa.
Es precisamente la costa de Granada la que hoy nos sirve de punto de partida de nuestro viaje. Y de ella nos quedamos con el faro de Motril, desde donde se divisa Sierra Nevada en los días claros, y ante ella la Alpujarra, auténtico joyero de experiencias para el viajero.
Motril
En realidad Motril no es un pueblo costero, aunque sí marinero. La población primitiva se encuentra algunos centenares de metro tierra adentro de donde hoy se encuentra el puerto más importante de la provincia. Desde aquí parten los barcos con destino a Melilla y Nador, entre otros puertos.
Para ser un pueblo que durante años dio la espalda al mar, lo cierto es que Motril ha sabido sacarle partido y aprovechar los recursos que le brinda la costa que le pertenece. Hasta siete playas se distinguen en el horizonte cuando se mira a tierra desde el mar. Son las playas de Calahonda, la Joya, Torrenueva, las Azucenas, Poniente y Granada, enumeradas desde el este al oeste.
Anécdotas de farero
El faro que hoy nos trae hasta este idílico lugar meca de infinidad de turistas se yergue en un promontorio rocoso situado en al sur de Torrenueva, en cabo Sacratif. A Paco, el farero, hay que agradecer que el jardín que preside la casa del faro, donde el protagonista es un algarrobo de copa verde intenso, en cuyas ramas es habitual encontrar algunos de los gatos que rondan por la construcción.
Lo cierto es que el faro de Motril no es destaca especialmente por su construcción, como lo hace la emblemática Torre de Hércules en La Coruña o alguno de los faros que nos invitaron a conocer la costa almeriense. Esta torre de un blanco inmaculado favorecido por el sol de Andalucía apenas mide 20 metros. 19 para ser más exactos.
La altura la compensa el estar sobre un hipnotizador acantilado desde el que contemplar el mar sin que el tiempo sea capaz de interrumpirnos. A 97 metros de altura sobre el mar se sitúa el ojo del faro de Motril, al que llaman los vecinos el “faro bonito”, afeado sin embargo por las antenas del SIVE.
No cabe esperar que la vida de un farero sea muy estresante, más bien todo lo contrario. Pero Paco, el privilegiado habitante de esta punta granadina se pone nervioso con solo escuchar hablar de tormentas. En esta zona la probabilidad de que caiga un rayo es extraordinariamente mayor que en el resto de localidades próximas. Rayos que en más de una ocasión han hecho que Paco pase noches en vela al cuidado de que una sobrecogedora descarga no desarme la lámpara que da luz al cabo de Sacratif, como ocurrió el día que se inauguró el sistema de vigilancia fronterizo, que recibió la visita de dos rayos consecutivos.
En el haber del farero se aglutinan varias anécdotas, fruto de su labor de mantenimiento no solo del faro de Motril, sino de las linternas marítimas de la Herradura y Castell de Ferro. Una de las imágenes que recuerda junto con los vecinos de la zona es cuando a comienzo de la década de los 90 un buque mercante encalló, y todo el operativo que se formó para reflotarlo.
Hoy en día el faro se ha automatizado, aunque la presencia de los vientos y la suciedad con que “guarrean” las lentes hace imprescindible la presencia del farero. Más lo era hasta 1956 cuando se electrificó la torre y se impuso el sistema moderno que arroja un haz de luz a más de 40 kilómetros mar adentro. Mucho más que las escasas millas náuticas a las que era percibida la luz de la anterior linterna, alimentada por aceite de oliva.
Oteamos el horizonte entre las risas que nos provoca las historias cómicamente contadas por este curtido farero, del que nos despedimos para poner rumbo a la Isla de Alborán.
El faro del Mediterráneo
Frente a las costas de Andalucía se extiende uno de los siete mares conocidos en la antigüedad, el mar de Alborán, al que da nombre una solitaria isla situada en su centro, y que sirve de sustento al faro de Alborán.
A Almería corresponde la administración de la Isla de Alborán, en la práctica dedicada a la defensa nacional. Los únicos moradores de la isla son los soldados y mandos de ejército que a turnos velan por salvaguardar este reducto de 90000 metros cuadrados donde el día se hace eterno si no se tiene algo con que entretener a la mente.
El pequeño pantalán de la isla solo sirve para acoger pequeñas embarcaciones militares. Las civiles tienen restringida la entrada y la navegación a media milla a la redonda. Si bien, es habitual que algunos barcos pesqueros busquen refugio en las proximidades cuando la noche comienza a caer, como también lo hacen algunos veleros.
El faro es la construcción más sobresaliente de la isla. Pese a su importancia, lo alejado de la costa nacional y lo poco accesible de los atraques dificultan su mantenimiento, haciendo que la construcción acumule daños ocasionados por la meteorología. El terreno que lo acompaña es árido. Poco dado a albergar más polvo y algunas plantas bajas nacidas de semillas empujadas por el viento de poniente o levante, que se turnan como únicos vecinos perennes del islote, además de las tres tumbas que forman el cementerio.
Este reducto de España en el Mediterráneo en otro tiempo fue guarida para piratas y punto estratégico para las fuerzas invasoras situadas al sur. Hoy los doce hombres pertenecientes a Infantería de Marina que suman la población del faro y su isla están sujetos a un riguroso horario marcial que les ayuda a hacer más amena la aburrida vida en una solitaria isla azotada por los vientos. Un destino que pocos viajeros tienen la suerte de pisar.
Nuestro viaje continúa volviendo a la costa Andaluza donde los faros volverán a ser protagonistas. ¿Quieres conocer los lugares de los que son guardianes? Viaja con SMS Vacaciones y descubre el mundo que ponemos ante ti.
Agradecemos la colaboración de Leonor, por habernos cedido la foto que encabeza este artículo. Puedes ver en el siguiente enlace la sección sobre faros de su blog
Blog de Leonor – Sección de Faros