Dejo atrás Toledo, “ciudad de las tres culturas”, para poner rumbo al noreste donde me espera la ciudad sinónimo de conocimiento, la “ciudad del saber”, Alcalá de Henares.
Complutum
Llego al olor de los libros escritos por decenas de autores de la literatura universal que pusieron su firma entre los muros de sus edificios y especialmente de la Universidad, pero antes me detengo en el origen. Un asentamiento romano hoy es testigo de las civilizaciones que vieron nacer a Alcalá de Henares. Muy cerca del río un recinto disimulado da acceso a Complutum, la antigua ciudad romana de Alcalá, aunque para cuando llegó el imperio de Roma ya el hombre se había fijado en esta tierra que saluda al paso del río Henares.
Del complejo romano no queda mucho en pie, de hecho las paredes originales apenas se dejan intuir en el solar yelmo, que es precisamente donde está la riqueza del recinto. Paseando por entre las ruinas descubro un mosaico a modo de calendario con una imagen icónica para cada una de las cuatro estaciones.
De los solares hoy desiertos me llama la atención la Casa de los Grifos, más por su nombre que por lo que en realidad muestra. Según me comentan los guías del recinto debió ser una de las edificaciones más importantes junto a la Casa de Hippolytus, en la que se muestra un magnífico mosaico representando a varios hombres remando en un mar plagado de peces, o ¿será en el río Henares?
El camino de la fe
Al salir de la antigua ciudad romana el Camino del Juncal me lleva, cambiando de nombre a Núñez de Guzmán, hasta el perímetro del casco histórico de Alcalá de Henares. El paseo se hace tranquilo y sosegado, en apenas diez minutos. En cuanto me aproximo una torre destaca sobre las casas bajas, es la torre de la Catedral de los santos niños Justo y Pastor, patronos de la ciudad.
El mayor de los edificios religiosos complutenses se construyó al amparo de los Reyes Católicos, cuando el gótico daba sus últimos coletazos para dar paso al renacimiento. Su emplazamiento y disposición se deben al cardenal Cisneros, gran mecenas de Alcalá de Henares y del que preveo tendré más noticias a lo largo de mi itinerario por esta ciudad de la literatura. En el interior del templo descansan los restos de los dos mártires que le dan nombre y los del cardenal. Merece la pena subir los escalones de su impoluta escalera helicoidal para regalar a la vista la imagen panorámica ofrecida por el campanario catedralicio. La catedral de Alcalá comparte título de Magistral con la de Lovaina, un título que le viene porque sus canónigos eran profesores de la universidad.
Antes de proseguir hacia el centro tomo la calle del Cardenal Cisneros para pasar bajo el arco de la puerta de Madrid, suponiendo que si sigo caminando tarde o temprano habré de pasar por el arco de la madrileña puerta de Alcalá. Junto a este arco restaurado a partir del original se encuentra el Palacio Arzobispal, fácilmente identificable por el enorme escudo episcopal sobre la entrada de la fachada principal. Originalmente su función era la de albergar las estancias de los obispos de Toledo y ser fortaleza, como viene a recordar el torreón de Tenorio.
Junto al palacio se encuentra una sala de exposiciones que fuera Convento de san Juan. En este edificio sitúa la historia la primera reunión que mantuvieron Cristóbal Colón e Isabel la Católica el 20 de enero de 1486, de ahí el nombre que actualmente recibe: Casa de la entrevista.
Ciudad de libros y esculturas
En Alcalá de Henares descubro que no todos sus museos cierran los lunes, como es tradición, sino que hay uno que permanece abierto todos los días del año a cualquier hora del día. Se trata del Museo de esculturas al aire libre. Para visitarlo parto desde la puerta de Madrid tomando posteriormente la Vía Complutense. Junto a los lienzos todavía en pie de las murallas se reúnen hasta sesenta esculturas de otros tantos artistas. Los volúmenes se alternan con las líneas en esta secuencia de imágenes que invitan al paseo en su descubrimiento paulatino. La diversidad de autores y de estilos le ha valido al museo abierto de Alcalá situarse entre los mejores de Europa.
Otro de los museos que bien valen una visita es el Museo Arqueológico, situado en la plaza de las Bernardas, en alusión al monasterio de san Bernardo que lo acoge, vecino al Palacio Arzobispal. La fachada y portada de entrada son un adelanto de las obras albergadas en el interior. A lo largo de la pared frontal una inscripción da fe de su fundador, el cardenal Bernardo de Rojas.
Tras los pasos de Cervantes
Vuelvo atrás sobre mis pasos hasta situarme a la entrada de la calle que viene de la capital del reino para llegar a la capilla del Oidor, única reminiscencia en pie de la que fuera parroquia de santa María. En su interior, hoy sala de exposiciones, se conserva la pila bautismal del que es considerado el ciudadano más popular de esta villa: Miguel de Cervantes Saavedra, quien fuera bautizado en esta capilla el 9 de octubre de 1547, según consta en la fe de bautismo conservada en el ayuntamiento. Parte del complejo es también la capilla de las Santas Formas, construida para albergar las Sagradas formas consagradas que han permanecido incorruptas durante cuatro siglos, cuya veneración era una de las fiestas más importantes de Alcalá, sin embargo, la sinrazón de la guerra acabó con la tradición.
Conocido donde fue bautizado el genial autor del Quijote corresponde visitar el lugar de su nacimiento, su casa natal, un edificio situado al comienzo de la calle Mayor. Allí un banco de piedra permite el descanso del visitante antes de entrar en la Casa Museo de Miguel de Cervantes. En el descanso me dejo acompañar por dos viejos conocidos quienes parecen dialogar sobre sus aventuras, son don Quijote y Sancho Panza, esculpidos en bronce, con las vestiduras propias de su época y sus ademanes literarios.
El exitoso estado de conservación de la casa que debe contar con más de cinco siglos hace sospechar, no solo a mí, sino a los visitantes que me acompañan. Y hacemos bien, pues la casa no es la original, sino una réplica construida a partir de los estilos de la época quijotesca, levantada a mediados del siglo XX. No obstante, en el interior se conservan frescos originales de la construcción donde el pequeño Cervantes dio sus primeros pasos. Además, hay que señalar que la decoración es bastante fiel a lo que pudo ser la casa natal del escritor, con muebles, tallas y objetos recopilados del siglo XVI.
Alcalá en el Siglo de Oro
La visita a la casa cervantina me deja con buen sabor de boca, por lo que sigo el olor del Siglo de Oro. La calle Mayor, a la que pertenece la casa de Cervantes, fue en tiempo la más importante de la villa alcalaína. Su nombre es el resultado del primitivo que tuviera: calle Mayor de la Judería. las fachadas de sus casas rememoran la vida de los comerciantes que la habitaron. Junto a la casa del genial autor destaca la impronta del Hospital de Antezana, del siglo XV, de estilo gótico mudéjar. Más adelante la Sinagoga, única reminiscencia del pasado judío de estas tierras, tras la expulsión en 1492.
La calle Santiago, paralela a la Mayor, también es interesante de pasear. Sus aceras dan acceso a jardines y patios que anteceden a casas señoriales, junto a las ruinas de varias iglesias.
Entre ambas calles se encuentra el convento carmelita de la Imagen, de clausura, lo que impide la entrada, pero quedo satisfecho con la fachada plateresca que muestra. A su lado nació otro personaje ilustre de la villa y de España, Manuel de Azaña, presidente de la Segunda República.
El deambular por Alcalá de Henares me lleva hasta la plaza de Cervantes, presidida por el Ayuntamiento. En el interior de la casa consistorial se guardan con celo la partida de bautismo de Miguel de Cervantes, algunas obras pictóricas de gran valor y uno de los pocos ejemplares de la Biblia Políglota Complutense, otra joya del Siglo de Oro.
Y frente al Ayuntamiento el edificio más importante de Alcalá de Henares, su Universidad.
Alcalá, ciudad del saber
Versa la bula papal firmada por Alejandro VI, de la casa de los Borgia, autorizando a Cisneros a crear la Universidad Complutense:
“Entre todo lo que el hombre mortal puede obtener en esta vida efímera por concesión divina, lo más importante es que, disipada la tenebrosa oscuridad de la ignorancia mediante el estudio continuo, logre alcanzar el tesoro de la ciencia, para el cual se muestra el camino hacia la vida buena y dichosa, se conoce la verdad, se practica la justicia y se iluminan las restantes virtudes…”
La Universidad de Alcalá, más allá de ser más o menos bella como edificio, fue la puerta de salida del conocimiento de la oscuridad del medievo a la claridad del renacimiento. Por eso su importancia es mayúscula en el mundo de las artes, la ciencia y la literatura.
El conjunto universitario, hoy huérfano tras el traslado de la sede a Madrid (Universidad Complutense de Madrid), tiene la declaración de Patrimonio de la Humanidad. Para el visitante, a parte de la importancia histórica de la institución, basta destacar el colegio de san Ildefonso. Un edificio destinado a los estudiantes, bellamente decorado. Las rejas fueron realizadas por los herreros de la Catedral de Toledo. El colegio, estructura que coincide con la universidad, cuenta con tres grandes patios, un paraninfo y un teatro, donde se entrega el Premio Cervantes, coincidiendo con el día del libro.
El recinto acoge los restos de los profesores y personajes más ilustres que pusieron sus pies en la universidad. La capilla, de estilo Cisneros, mezcla el gótico con decorados mudéjares y renacentistas.
A partir de aquí solo queda deambular por las calles que pisaron geniales autores y artistas, al tiempo que se visita alguno de los locales donde se ofrecen las tapas cervantinas, otro motivo para visitar Alcalá de Henares.